Indudablemente valioso en la pedagogía, el teatro de títeres despliega un potencial terapéutico y psicoeducativo en el ámbito de las necesidades educativas especiales (NEE), un dominio quizás menos explorado, pero igualmente fructífero. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI, se ha generado un considerable corpus de estudios teóricos y experiencias prácticas con resultados significativamente positivos y motivadores.
Gracias a sus atributos singulares, el teatro de títeres se establece globalmente como una forma de expresión artística destacada y una herramienta educativa fundamental. Numerosos educadores e investigadores han explorado y difundido sus potencialidades en el entorno escolar, enfatizando su eficacia transversal en el currículo, particularmente en el desarrollo de habilidades lingüísticas (especialmente la comunicación oral), la comprensión narrativa y la iniciación a la dramatización infantil.
Ya en la década de 1960, Mane Bernardo y otros pioneros identificaron las múltiples aplicaciones del teatro de títeres en la educación, fundamentándose en su presencia constante a través de diversas culturas e históricamente. Un elemento tan arraigado en la condición humana facilita intrínsecamente la comprensión interpersonal.
Más allá de su rol artístico y pedagógico, el títere se emplea terapéuticamente en poblaciones con personas con necesidades especiales NEE. Mane Bernardo (1962) documentó experiencias tempranas con niños con neurosis y otras patologías psíquicas, llevadas a cabo por Howells, Grant, Bryan y Whiles. En estos casos, se observó la acción de características inherentes al teatro de títeres como potentes factores terapéuticos. W. H. Whiles señaló su uso en psicoterapia para la expresión de la fantasía, diagnóstico y tratamiento, destacando la participación activa del público como un factor que amplificaba el valor terapéutico al generar reacciones reveladoras (Bernardo, 1962). Bernardo también relató aplicaciones fisioterapéuticas en entornos hospitalarios y como herramienta preventiva en campañas de salud.
Desde una perspectiva junguiana, Tappolet (1982) postuló el potencial terapéutico del títere para individuos con discapacidad intelectual, una hipótesis investigada posteriormente. Basándose en principios psicoanalíticos y antropológicos (Freud), conceptualizó el títere como un arquetipo simbólico transcultural y transhistórico, facilitador de la elaboración psíquica y la superación de patologías infantiles. Los ejemplos etnográficos de chamanes siberianos, rituales funerarios Yakku y usos ceremoniales en India e Indonesia ilustran la profunda raigambre simbólica del títere, contrastando con su aparente pérdida de significado mágico en la tradición europea.
Astell-Burt (2001) expuso experiencias en teatro terapéutico con títeres, proponiendo su uso en diversas patologías como puente entre la vida interior y la realidad, ofreciendo un espacio transicional para el afrontamiento.
Actualmente, la terapia teatral, especialmente la mediada por títeres, se presenta como una intervención dinámica en el abordaje de la discapacidad, implementada en contextos educativos especiales, hospitales y clínicas (Saal & Fichtel, 2002). Investigaciones como la de Chessé (2005) documentan resultados alentadores en su aplicación con alumnos con diversas discapacidades.
El psicoanálisis fue pionero en la exploración terapéutica del títere. En los años 30, Madeleine Rambert aplicó en Suiza el guiñol en el tratamiento de neurosis infantil, siguiendo los postulados de Anna Freud sobre el juego (Martínez Monar, 2008), documentando la vía catártica como un mecanismo terapéutico relevante (1938). Serge Levobici retomó esta línea en 1950 desde la perspectiva de la relación terapeuta-paciente. Publicaciones como Puppet Post y los diarios de asociaciones francesas e internacionales difundieron experiencias terapéuticas. A finales de los 60, trabajos innovadores en Alemania (Pfeiffer y Petzold) impulsaron el desarrollo de estas técnicas en Europa y América.
Hugo y Enrique Cerda (1972) analizaron las aplicaciones terapéuticas del títere en 1970 para diversas NEE en entornos educativos y hospitalarios, presentando estudios de caso. Destacaron propiedades intrínsecas del títere como su capacidad para generar interacción social, facilitar la expresión emocional y trascender la proyección e identificación colectiva, permitiendo una participación libre y flexible del niño. Categorizaron sus usos en psicoterapia y fisioterapia, resaltando su potencial en trastornos del lenguaje y rehabilitación física a través de la construcción y manipulación, añadiendo un incentivo motivacional mediante la representación.
En 1978 se fundó en Francia Marionette et Thérapie por Jacqueline Tochette, buscando la colaboración entre titiriteros y terapeutas. Este colectivo organiza coloquios internacionales en Charleville-Mézières, sede del Institut Internationale de la Marionette.
Piantoni (2001) enfatizó la relevancia del trabajo dramático con títeres en el tratamiento de discapacidades, basado en las cualidades inherentes a esta forma teatral que enriquecen la dramatización. Definió el guiñol como un juego dramático especializado que integra diversos objetivos y lenguajes expresivos. El títere facilita la combinación de pintura, modelado y construcción para crear un personaje animado, promoviendo una inmersión activa en el juego. Reconoció su valor como un magnífico medio de progreso en la educación especial.
Las iniciativas terapéuticas con títeres son numerosas y diversas a nivel global (Piantoni, 2001), abarcando múltiples usos y patologías. Ejemplos relevantes incluyen la rehabilitación en India (Ghosh), Japón (Kamakura y Kohda) con distrofia muscular y damnificados por terremotos, EE.UU. (Palumbo) con discapacitados, Canadá (Bouchard) con autistas, Uruguay (Korovsky y Larroude) en hospitales, Venezuela (Jara y Vasquez) en psiquiátricos, y Argentina (Copello) en pediatría.
En EE.UU., Bernier (2005) destacó peculiaridades del títere que favorecen la terapia: combinación de lenguaje verbal y no verbal, adaptabilidad en el desarrollo indivudual, diversidad de objetos y aplicaciones individuales, de pareja, grupales o familiares. Distinguió entre títeres educativos y terapéuticos, señalando la necesidad de personal especializado para ciertas intervenciones. Subrayó la importancia de símbolos y conceptos como niveles de desarrollo, autocontrol, expresión simbólica, objeto intermediario, mecanismos de defensa, regresión adaptativa, proyección, retorno de lo reprimido, repetición, compulsión y cierre. Una característica del trabajo con títeres es la frecuente emergencia de dinámicas inconscientes, donde los títeres pueden representar autopercepciones conscientes o incorporar dinámicas y características no expresadas del sujeto (Bernier).
Hugel (2005) investigó el potencial del juego simbólico con títeres en hospitales por sus beneficios creativos e imaginativos. Joyce (2005) se centró en su aplicación con niños autistas y en la formación de profesorado y personal sanitario para potenciar la comunicación y la expresión.
En Europa, Aronoff utiliza títeres en Escocia con niños con cáncer, especialmente en la preparación para tratamientos, donde los pacientes a menudo asumen el rol de médicos. Resaltó la raíz histórica y transcultural del arte del títere, su eficacia como medio de expresión terapéutica, sus efectos tanto terapéuticos como artísticos, la familiaridad occidental con su aspecto pasivo y su capacidad para facilitar la comunicación multimodal. Aronoff abogó por una mayor formación de los profesionales en el uso terapéutico del títere.
Dolci empleó títeres en un hospital psiquiátrico para adultos, donde el proceso de construcción (marottes y pupi siciliano) y la observación de las actitudes del paciente durante las representaciones fueron cruciales para facilitar la estructuración en un contexto permisivo y protegido, reactivando la expresión en pacientes retraídos.
En Italia, Groppi y Vecchi destacaron el uso de títeres en servicios pediátricos hospitalarios en Parma (Proyecto Giocamico). En Suiza, Bloch-Baggio trabajó con títeres en la acogida individual o en pequeños grupos de niños derivados por profesionales, y Tappolet es referente en el uso de títeres y cuentos de hadas en terapias infantiles para miedos, problemas de comunicación, depresión y enuresis.
Otras experiencias relevantes se encuentran en Alemania, Bulgaria, Francia y España, como la Fundación ECOM (Barcelona) contra la discriminación por discapacidad física, el pedagogo Max Crombé en la formación docente, y el psicólogo Alberto García con adultos esquizofrénicos. En la Comunidad Valenciana, la compañía Teatro Buffo e Empar Claramunt investigaron el teatro de títeres realizado por alumnos con discapacidad, culminando en montajes como Història del mar con personas con Síndrome de Down.
En conclusión, la aplicación terapéutica del teatro de títeres mantiene una notable vitalidad y ofrece múltiples posibilidades futuras, especialmente a través del intercambio de experiencias y la publicación de resultados. Esto puede beneficiar a profesionales que buscan incorporar el títere en sus procedimientos educativos y terapéuticos, dentro de una concepción global de inclusión que valore la diversidad como fuente de enriquecimiento mutuo y potencial educativo.
En general, las experiencias enumeradas demuestran la utilidad del tratamiento de la diversidad con títeres (dentro y fuera del aula) en condiciones tan variadas como autismo, retraso mental, TDA/H, síndrome de Down y trastornos de conducta. Los especialistas coinciden en que el títere, por sus características intrínsecas, es una herramienta efectiva para facilitar la expresión, la comunicación, la superación de barreras, el disfrute, el progreso, la realización personal y, en última instancia, el bienestar.