17/8/25
Lolita Pluma, en el Temuddas Fest. Manu Medina.


2/8/25
Canarias7 Lolita Pluma en el TemudasFest. Manu Medina
Cuatro escenarios instalados todos en el entorno del parque de Santa Catalina de la capital grancanaria acogerán los 39 espectáculos que integrarán la programación de la 29ª edición del Festival de Teatro, Música y Danza, Temudas, entre el 18 y el 28 de septiembre.
Marisol García, directora del Temudas, avanzó que el público disfrutará de 24 propuestas nacionales, seis internacionales y otras seis de autoría canaria, en las que conviven el teatro de calle, la música, la danza y el circo.
Todos los espectáculos son al aire libre y gratuitos, salvo el concierto de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, en el muelle de contenedores. Cita musical que se desarrollará el 20 de septiembre, con un programa dedicado a la ópera 'Carmen', de Bizet, de la que este año se celebra el 150 aniversario de su estreno. Las entradas, dijo Marisol García, saldrán a la venta en los próximos días.
El resto de espectáculos se desarrollan en cuatro enclaves diseminados en el entorno de Santa Catalina. Habrá días, puntualizó la directora del Temudas, en los que dos montajes se representarán de forma simultánea en dos de los escenarios.
«Potente, dinámica y variada», gracias a unas propuestas nacionales y extranjeras «avaladas en su mayoría por premios en los principales festivales y ferias». Así define la programación García, que subrayó también el nivel de las compañías canarias.
Propuestas canarias.
En concreto, además del concierto de la OFGC, el sello canario se cristalizará en el apartado musical con el concierto que protagonizará la Banda Sinfónica de Las Palmas de Gran Canaria junto a la compañía Pieles, con 'Canto al trabajo'.
El coreógrafo y bailarín británico afincado en la isla, Ian Garside, junto al actor argentino Tomás Pozzi, protagonizan 'David & Goliat', una fábula en movimiento con pinceladas de humor. La compañía Peso Producciones exhibirá la pieza de danza contemporánea titulada 'Azahar'.
Satélite Teatro, con la obra 'Astronautas'; 2RC Teatro, Compañía de repertorio, con 'La tempestad: el último sueño de Shakespeare' y Titiriclown, con 'Lolita Pluma, reina del parque Santa Catalina' completan la presencia teatral canaria.
Desde el extranjero
Entre las propuestas internacionales figuran las compañías británicas Motion House, con el montaje 'Wild', y Autin Dance Theatre con el montaje itinerante 'Out of the Deep Blue', con marionetas gigantes que tratan sobre el deterioro de los océanos. Otras figuras que se moverán por las calles de Santa Catalina serán los zorros de 'Legendaire', de los franceses Remue Ménage, protagonizado por figuras iluminadas; el humor del chileno Murmuyo con 'Ami-go!'; Deus ex Machina con la danza aérea y pendular con proyecciones titulada 'Le Grand Mire'; y los también franceses L'Eolienne con una revisión del clásico de la danza en 'Le Lac des Cygnes' (El lago de los cisnes).
Nacionales que repiten y se estrenan
Entre las productoras peninsulares que repiten en esta 29ª edición figuran Manolo Alcántara con la propuesta de circo e instalación, 'Maña'; Piero Partigianoni y su clown poético con 'Chances, segundas oportunidades'; Zen del Sur que mostrará 'Xpectro'; Faltan7 que ofrecerá el circense 'SinSolo'; Trapu Zaharra que dará vida a 'Dale Ramón'; junto a las coreografías de danza contemporánea de Daniel Doña y de Cía. Marroch, con 'Doma' y 'TA-K-TA', respectivamente.
Las compañías de circo y 'clown' que se estrenan en el Temudas son: Pau Palaus, con 'Zloty', una de las propuestas que requiere de inscripción previa; Jimena Cavalletti , con 'B.O.B.A.S.'; La Corcoles con su propuesta de funambulismo titulada 'H'; los juegos tradicionales con el trompo como protagonista en 'Tot bé', de Cía. Curolles; las noches de 'Insomni' del 'clown' Dudu Arnalot; la reinterpretación del Hombre de Vitrubio de 'Sinergia 3.0' de Cía. Nueveuno; la combinación de movimientos que propone 'Esencial', de Vaivén Circus, que parte de una escenografía poética y los arcos del juguete Arcoíris de Waldorf; o los dos espectáculos que ofrecerá Mr. Coppini, uno de rock, 'The Herock', y el colorido 'The Walo World'.
Las apuestas de danza que se estrenan en la isla son: 'The', de Miguel Jiménez y Andrea Carrión; 'Naufragio Universal', de Marco Vargas y Chloé Brûlé; 'Recuerdos de margaritas', de Mariana Collado & Lucio Baglivo; 'A ciegas', de Elelei; 'Los perros', de Led Silhouette; 'Verbena', una revisión de los bailes tradicionales de Lamajara; y 'Pols', de Pepa Cases.


Lolita Pluma, en el TemudasFest. Manu Medina
Lolita Pluma vuelve como marioneta a Santa Catalina: Así es el 29º Festival Temudas, acto por acto
La 29º edición se enclava en el mes de septiembre, desde el 18 hasta el 28, de la mano de cuatro escenarios, seis compañías de teatro internacionales, siete canarias y 24 peninsulares
El concejal de Cultura, Josué Íñiguez, junto a la directora de Temudas, Marisol García.
El concejal de Cultura, Josué Íñiguez, junto a la directora de Temudas, Marisol García.
El Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de Las Palmas de Gran Canaria (Temudas) vuelve al entorno del parque Santa Catalina con seis compañías internaconales, 24 nacionales y siete canarias, que devolverán a una mitológica Lolita Pluma, apodada la Reina de los jardines de Santa Catalina, al lugar en el que ejerció su cátedra. A punto de tocar la treintena, la 29º edición del evento contará con cuatro escenarios rubricados en el parque, espectáculos itinerantes y una programación completamente callejera.
Así, el festival Temudas retoma su sede original, en la que se desarrolló en la primera década del siglo XXI hasta el 2012. En total, 39 espectáculos levantarán el telón a partir del 18 hasta el 28 de septiembre, una fecha tardía en comparación a otras ediciones. Sin tomar un ejemplo demasiado lejano, la 28º se celebró en pleno mes de julio. La intencionalidad de este Temudas es situarse en una franja familiar, con la vuelta a los colegios y trabajos después de la temporada de verano, y evitar la contraprogramación cultural con la que compiten en verano, como es el caso de los festivales. Haga click aquí para consultar la programación.
Si en 2024 el Consistorio se centró en traer al calendario cultural un Temudas expansionista, que ocupara todos los distritos de la capital grancanaria, la 29º edición toma un rumbo más comedido, desplegándose por el entorno de Santa Catalina con el 100% de sus espectáculos en la calle. Temudas trae en esta ocasión diez espectáculos de danza, ocho de teatro, 13 circenses, cuatro itinerantes, tres musicales y la instalación-espectáculo Maña creada por el funambulista catalán Manolo Alcántara. "Casi todas las compañías que vienen a Gran Canaria están avaladas por varios premios y de los circuitos nacionales e internacionales", argumentó la directora de Temudas, Marisol García.
Compañías canarias
En cuanto al sello canario, el bailarín y profesor de danza contemporánea Ian Garside está al frente de David & Goliat, un montaje que subió a las tablas del Teatro Pérez Galdós y volverá a hacerlo el 20 de septiembre en el Escenario D que se habilitará en el parque. El coreógrafo y bailarín británico toma la obra Malcolm Gladwell junto al popular actor argentino Tomás Pozzi para protagonizar la que definen como una fábula en movimiento de estética inspirada en Wes Anderson y Tim Burton.
La compañía canaria Peso Producciones aterriza en la zona baja de la capital para representar la danza de Azahar, una pieza que muestra la delicadeza del movimiento y la belleza de los cuerpos entrelazados en una exhibición contemporánea. Azahar se escenifica el sábado 27 de septiembre a las 13.00 horas en el Escenario C.
Por su parte, la compañía Satélite Teatro y su Astronautas, un "espectáculo inclusivo, callejero" e itinerante protagonizado por personas con discapacidad para aterrizar una gran escenografía de una nave espacial el domingo 21 de septiembre. Una clásica 2RC Teatro y Compañía de repertorio traen el domingo 28 de septiembre La tempestad: el último sueño de Shakespeare. Por último con respecto a los montajes canarios, Titiriclown homenajea a Lolita Pluma con un espectáculo de títeres para todos los públicos que invitarán a conocer a los personajes míticos de las Islas Canarias. "Hace años, Manu Medina [el director de la obra] y yo comentábamos que Lolita era un personaje curioso y tendría cabida en este tipo de escenificaciones. Hemos logrado que a través de las marionetas pongamos en marcha este proyecto", anunció García, junto con la publicación en el futuro de un libro que ahondará la producción de este montaje.
Vuelve de nuevo la música al Puerto con la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, en su anual propuesta en el Terminal de Contenedores del Muelle de La Luz. El concierto con el que inauguran la temporada el sábado 20 de septiembre será En torno a Carmen, en el 150º aniversario del estreno de la ópera de Bizet. Por otro lado, la Banda Sinfónica de Las Palmas de Gran Canaria que, junto a la compañía Pieles, ofrecerá la versión sinfónica de la reconocida Canto al trabajo.
Compañías internacionales
A nivel internacional, Temudas vuelve a traer a su programa a Motion House. Los británicos presentarán su producción Wild para convertir Santa Catalina "en un bosque urbano". Los intérpretes Fenias Nhumaio y Deissane Machava utilizan la coreografía dinámica, el movimiento acrobático y la asociación cuerpo a cuerpo para moverse a través de una arboleda de palos altos.
También desde el Reino Unido llegará Autin Dance Theatre con el gran montaje itinerante Out of the Deep Blue, monumentales marionetas que tratan sobre el deterioro de los océanos. Otras figuras que se moverán por las calles de Santa Catalina serán los icónicos zorros de Legendaire de la francesa Remue Ménage, un cautivador espectáculo protagonizado por figuras iluminadas; o el humor del chileno Murmuyo que en Ami-go! recorrerá las calles en busca de compañeros de aventuras. Deus ex Machina ofrecerá en Le Grand Mire danza aérea y pendular con proyecciones sobre una gran esfera y la también francesa L’Eolienne regalará una muy sorprendente revisión de un clásico de la danza en Le Lac des Cygnes.


29/7/25
Sala Bruta, coworking de las artes escénicas, por Manu Medina
En Las Palmas de Gran Canaria, cinco compañías hemos unido fuerzas para crear el primer coworking de artes escénicas de la ciudad.
Hasta ahora, Titiriclown, Anartistas, Lola Cordero, Iyamilé y Teatro Brut somos las compañías que impulsamos este emocionante proyecto.
Nuestro hogar es Sala Bruta, un espacio donde producimos, ensayamos, impartimos clases y nos reunimos, todo ello sin la carga de los alquileres tradicionales. Aunque cada compañía mantiene su independencia creativa, creemos firmemente que la colaboración es la clave del éxito. Por eso, compartimos recursos esenciales: gastos, espacio, atrezo, música y luces, haciendo el camino mucho más fácil para todos.
Este es un proyecto cultural innovador, enfocado en la producción, formación e investigación teatral. Representa un concepto vanguardista diseñado para los nuevos tiempos, donde cada uno de nosotros está profundamente comprometido con nuestra realidad. Nuestra programación es intencionalmente inclusiva, abordando temas sociales y políticos, y explorando nuevas tendencias a través de la experimentación. En Sala Bruta, servimos como un altavoz para las inquietudes y denuncias sociales, poniendo siempre a las personas en el centro.
Manu Medina


17/7/25
El Ego Imita, La Duda Crea, por Manu Medina.
El aforismo "El ego imita, la duda crea" encapsula una profunda verdad sobre los mecanismos de la creatividad, especialmente en el exigente y a menudo incierto mundo del arte. Esta frase, aparentemente sencilla, desvela una tensión fundamental entre la necesidad de seguridad y validación (propia del ego) y la intrínseca incertidumbre y apertura que requiere la innovación genuina.
El Ego Imita
El ego, esa instancia de la psique que media entre nuestras pulsiones internas y la realidad externa (Freud, 1923), en su afán primordial de protección y autopreservación, se convierte en un arquitecto de la conformidad en el ámbito creativo. Impulsado por una búsqueda incesante de "estatus", "reconocimiento" y "seguridad" en un mundo incierto, el ego tiende a aferrarse con tenacidad a lo conocido, a lo probado y, sobre todo, a aquello que ya ha sido validado y aplaudido por el colectivo. Su principal motor no es la innovación intrínseca, sino el deseo de ser aceptado, admirado y, por ende, evitar a toda costa el "fracaso" o el "error" que podrían amenazar su frágil "identidad construida" (Rogers, 1951; Holiday, 2016). Esta pulsión hacia la seguridad y la validación preexistente lo conduce inexorablemente a la imitación.
La imitación, bajo la égida del ego, se manifiesta en diversas facetas dentro del proceso artístico:
La búsqueda de modelos seguros y la replicación de fórmulas de éxito: El ego, en su pragmatismo egocéntrico, prefiere replicar fórmulas que han demostrado su eficacia en el mercado o en el canon establecido. En el ámbito artístico, esta tendencia se traduce en la inclinación a copiar estilos de artistas ya consagrados, aquellos que han alcanzado la fama o el prestigio. Se observa en la adopción acrítica de las tendencias de moda del momento, la repetición de esquemas narrativos o interpretativos que han funcionado en el pasado, o la elección deliberada de roles o proyectos que garantizan el aplauso fácil y la aceptación masiva, aunque carezcan de desafío o profundidad. La imitación, en este sentido, ofrece una ruta aparentemente segura hacia el reconocimiento, minimizando el riesgo inherente a la originalidad, a la incertidumbre del "no estar a la altura" o a la temida irrelevancia de "no ser visto". Es una estrategia de evitación de la "adversidad" y del "fracaso" que, paradójicamente, limita el verdadero crecimiento.
1- La aversión al riesgo y a la vulnerabilidad intrínseca de la creación: Crear de verdad implica adentrarse en lo desconocido, habitar la periferia de lo confortable, ser radicalmente vulnerable y exponerse sin reservas al juicio externo y, a veces, al propio juicio severo. El ego, con su profunda "aversión al riesgo" y su necesidad de control, busca el camino más llano y predecible. Prefiere la certeza de lo imitado, que ya tiene un precedente de aceptación, a la angustia y la zozobra de la invención original. Imitar resulta significativamente menos aterrador que innovar, precisamente porque ya existe un modelo que ha demostrado ser "bueno" o "aceptable", validando la "identidad construida" del artista. Esta resistencia a la "incertidumbre" frena la "curiosidad inagotable" y la "búsqueda constante" que son vitales para la eclosión de nuevas ideas.
2- La desconexión del "yo genuino" y la superficialidad del resultado: Cuando el ego asume el control predominante, el artista puede desconectarse progresivamente de su "yo genuino" (Rogers, 1951), de su "propósito interno" más profundo y de su auténtica "verdad emocional". La imitación, en este sentido, es un reflejo sintomático de esa desconexión: el acto creativo no nace de una pulsión auténtica y personal, de una "necesidad de contar" arraigada, sino de una necesidad externa de pertenecer, de ser validado o de cumplir expectativas ajenas. El resultado de esta imitación puede ser, a nivel superficial, técnicamente impecable, pulcro en su ejecución, pero paradójicamente, carente de alma, de originalidad y de esa "verdad" intrínseca que es capaz de "perturbar al cómodo y consolidar al perturbado". La obra se convierte en un eco, no en una voz propia, perdiendo su capacidad de trascendencia y de "conexión humana" profunda.
La imitación nacida del ego en el arte es un refugio ilusorio de seguridad que, si bien puede ofrecer un reconocimiento, al mismo tiempo condena al artista a una perpetua "adaptación hedónica" y le impide el acceso a la profunda satisfacción que emana de la creación auténticamente original y vulnerable. Por ello y en resumen, el ego busca:
- Modelos seguros.
- Aversión al riesgo y a la vulnerabilidad.
- Falta de "yo genuino".


15/7/25
El alma, el milagro de la materia. por Manu Medina
El Alma y la Materia: La Delicada Corriente entre la Existencia y el No Ser
La frase "el alma, el milagro de la materia" nos invita a una profunda contemplación sobre la esencia de la vida y la conciencia. Es una ventana a la idea de que aquello que consideramos nuestra identidad más íntima —nuestro ser, nuestra alma— no es una entidad ajena al mundo físico, sino una manifestación asombrosa y compleja de la materia misma. Pero esta conexión se vuelve aún más enigmática cuando consideramos la delgada línea que separa la vida de lo que percibimos como su ausencia, el no ser.
La materia no es simplemente el sustrato de nuestra existencia; es la corriente que conecta el estar con el no estar. Este concepto se manifiesta de forma impactante en el umbral de la muerte, ese instante en el que nos "apagamos". Contrario a una desconexión abrupta y total, la ciencia nos revela que, incluso después de que la actividad cerebral principal cesa y el corazón deja de latir, nuestras células individuales siguen activas por un tiempo. Este período, que puede durar minutos u horas, es un testimonio de la inercia y la resiliencia de la vida a nivel microscópico.
Es en este preciso instante, en este lapso transitorio entre la vida declarada y la desintegración total, donde la ciencia moderna ha encontrado un resquicio. En algunos casos, y dependiendo del estado de salud previo, la intervención médica puede lograr lo impensable: recuperarnos de ese umbral. Pensemos en las reanimaciones cardiopulmonares exitosas, los avances en la medicina de cuidados críticos, o incluso en las técnicas de hipotermia terapéutica que buscan preservar la función cerebral después de un paro cardíaco. Esto nos muestra que la "muerte" no siempre es un punto final inmutable, sino a veces un interruptor que, bajo ciertas condiciones y con el conocimiento adecuado, puede volver a encenderse.
Esta capacidad de reversión subraya la delicadeza extrema de la vida. Es tan presente, tan vibrante en cada latido y cada pensamiento, y a la vez tan efímera, capaz de desvanecerse en un instante. No es la muerte el milagro, porque la muerte es el destino inevitable de todo lo material. El verdadero milagro reside en la propia existencia. Es el asombro de que la materia, en su infinita complejidad y sus interacciones, haya podido organizarse de tal manera que dé lugar a la conciencia, a la capacidad de sentir, de amar, de razonar, de crear y de preguntarse sobre su propio origen y fin.
Que seamos capaces de "volver" del borde del no ser gracias a la comprensión científica de cómo funciona la materia de la que estamos hechos, solo intensifica el asombro. Es un recordatorio de que la chispa de la vida no es un elemento aislado que reside en nosotros, sino una manifestación continua y precaria de la corriente de la materia. Esta perspectiva nos invita a valorar cada momento, cada aliento, como una parte de ese inmenso y precioso milagro que es simplemente existir.


10/7/25
El ego en el teatro, por Manu Medina
El ego es una fuerza omnipresente en la vida de cualquier ser humano, moldeando percepciones y decisiones desde lo más íntimo de nuestra psique. Sin embargo, en el ámbito teatral, y de forma particularmente acentuada para actores y actrices, adquiere matices complejos y a menudo paradójicos. Se manifiesta no solo en el intrincado proceso de creación de una obra, donde la vulnerabilidad y la exposición son inherentes, sino también en la vida personal del artista, sin importar en absoluto su nivel de fama o reconocimiento. Lejos de ser un atributo exclusivo de las estrellas mediáticas que copan titulares y alfombras rojas, el ego opera con idéntica intensidad, y a veces con consecuencias incluso más insidiosas, en aquellos que luchan incansablemente por abrirse camino, mantener su pasión viva o simplemente subsistir en el anonimato de un circuito teatral menos visible.
Para comprender la multifacética manifestación del ego en el teatro, resulta fundamental recordar la definición psicológica que hemos manejado previamente: el ego se entiende como esa parte de nuestra psique que orquesta nuestra identidad, la que nos impulsa a actuar en el mundo. Su función principal es buscar y mantener un delicado y a menudo precario equilibrio entre lo que anhelamos creativamente como artistas, la cruda y a veces implacable realidad del escenario, las exigencias del mercado teatral, y las expectativas, con frecuencia abrumadoras, que la sociedad artística, la crítica especializada y el público en general depositan en cada uno de nosotros. Este equilibrio es el campo de batalla donde el ego ejerce su influencia más potente, tanto para bien como para los desafíos que impone.
El proceso de creación teatral es un "horno" donde el ego se pone a prueba constantemente. Los actores y actrices se enfrentan a la vulnerabilidad, a la exposición de su ser, y a la necesidad de construir un personaje a partir de su propia esencia y la visión del director.
La Búsqueda de reconocimiento es quizás el lado más visible del ego. En el proceso de ensayo, el actor puede buscar la aprobación constante del director o de sus compañeros. Durante la función, el anhelo por el aplauso antes que, por la obra, las críticas favorables o el "feedback positivo" es una manifestación directa de esta necesidad de validación externa. Esto puede llevar a un actor a adoptar comportamientos o a tomar decisiones interpretativas que no satisfacen sus intereses artísticos más profundos, sino que buscan el elogio o la "gratificación inmediata". Incluso si logra ese reconocimiento, la "adaptación hedónica" hace que su impacto emocional positivo disminuya rápidamente, perpetuando un ciclo insaciable.
Al trabajar con actrices y actores mediáticos me he dado cuenta que el ego se traduce en la elección de roles que garanticen taquilla o nominaciones a premios, incluso si artísticamente no suponen un desafío o no resuenan con su "propósito vital" más profundo. La búsqueda de titulares y la visibilidad pueden dictar sus movimientos, desatendiendo la "implicación profunda" del personaje.
También se traduce en la presión por mantener su posición en la "escala social y profesional del teatro", buscando proyectos que refuercen su imagen de estrella o le otorguen "bienes posicionales" (roles codiciados que otros no pueden tener). Esto puede generar "competencia incesante por la superioridad" incluso dentro del elenco, entorpeciendo la colaboración.
Esto le puede llevar a la imposición de sus decisiones sobre la visión del director, a un excesivo individualismo que rompe la armonía del elenco, o a la negativa a explorar propuestas que lo saquen de su espacio seguro interpretativo. Su "poder" puede imponer una obediencia aparente en los ensayos, pero a menudo lo aísla del resto del equipo, impidiendo una "conexión y colaboración genuina". Esto se traduce en una "inercia y estancamiento en la zona de confort artística", repitiendo siempre el mismo tipo de personaje o género que le ha garantizado el éxito. El "miedo al fracaso" (una mala crítica, una actuación tibia) lo lleva a evitar roles complejos que puedan desafiar su "identidad construida como 'buen actor'".
En el actor no conocido esto se manifiesta en la desesperación por cualquier tipo de validación. Puede llevarle a aceptar roles que lo encasillan, a sobreactuar para "ser visto" o a buscar la aprobación de pequeños grupos, sacrificando la autenticidad en el proceso por miedo a la auto creencia de la irrelevancia o a no poder vivir de su trabajo. He comprobado por mi mismo, que el ego impulsa la necesidad de ser "el protagonista", de tener los diálogos más importantes, o de trabajar con ciertos directores o compañías.
Puede manifestarse en la frustración por no obtener ciertos roles, en la envidia hacia compañeros más exitosos, o en una obsesión por lo que otros "deberían" hacer por él. El sentido de valía personal del ego se entrelaza con el tamaño del papel, el reconocimiento de la escuela de donde proviene o la fama de los colegas con los que comparte escena, perdiendo de vista el valor intrínseco de cada contribución a la obra.
Con el ego en pleno apogeo he visto el exeso de control de la interpretación, el espacio, e incluso la atención del público y de sus compañeros.
También puede manifestarse en la dificultad para ceder al trabajo de conjunto, en la resistencia a las indicaciones del director que no encajan con su "idea" preconcebida del personaje, o en una necesidad constante de acaparar la atención, incluso si perjudica al resto de la escena. Puede "racionalizarlo todo", justificando su inadaptación o su control excesivo.
El ego anhela la seguridad y se resiste al riesgo, al cambio y a la ambigüedad que la creación artística implica. En muchos momentos de mi vida esto me ha llevado a rechazar papeles desafiantes por miedo a "no estar a la altura", a aferrarme a métodos de actuación que me resultan seguros pero limitantes, o a evitar audiciones para proyectos arriesgados que impliquen "lo desconocido". El ego interpreta el fracaso como una amenaza directa a su identidad como artista, llevando a una "aversión al riesgo" que impide el crecimiento y la consecución de sus objetivos más audaces.
Las manifestaciones del ego no se limitan solo al espacio de ensayo o la función, esta, impregna la vida cotidiana del actor, condicionando sus decisiones y su bienestar.
La Identificación con el personaje/rol, el ego puede llevar al actor a una excesiva identificación con el personaje o el éxito del mismo, trasladando la fama o las características del personaje a su propia vida personal. Si el personaje es aclamado, su ego se infla; si no lo es, su autoestima se resiente. Esto es peligroso para la estabilidad emocional, ya que la carrera actoral es cíclica y volátil.
El interprete, director, dramaturgo, etc. vivimos en un constante "teatro de comparación". Las redes sociales magnifican la "teoría de la comparación social", donde el éxito ajeno (un compañero que consigue un papel, un amigo que firma una serie) se convierte en una métrica del propio valor, generando ansiedad, envidia o autoexigencia desmedida. El ego sufre si no está a la altura de los demás, o si percibe que otros "remontan el río, como el salmón" con más éxito.
En la fragilidad del "yo genuino", el ego, en su afán de protección y control, puede alejar al actor de su "yo genuino". Esa "vocación innegable", la "veracidad de la emoción y vulnerabilidad auténtica", la "curiosidad inagotable" o la "conexión humana" más allá de las máscaras. La persecución de metas egoicas (fama, dinero, estatus, etc.) puede hacer que se sienta "vacío o insatisfecho, incluso después de un aparente 'éxito'", como el director que lo tiene todo, pero siente que no tiene nada.
En última instancia, el ego, aunque un motor necesario para la ambición y la supervivencia en la profesión teatral, es una espada de doble filo. Si no se le gestiona con conciencia, puede desviar al actor o actriz de su propósito artístico más profundo, de su "manera de ser" escénica. Ya sea mediático o no, el artista que sucumbe a las trampas del ego corre el riesgo de crear espectáculos "encorsetados" y de vivir una vida personal de "satisfacción fugaz", lejos de la plena realización artística y personal que nace de la libertad, la vulnerabilidad y la entrega al "fracaso" para engendrar la verdadera creación.


7/7/25
10ª Confesiones NARCISISTAS de un director de teatro, por Manu Medina
Capitulo 2º
¿QUÉ ES EL EGO?
Antes de extendernos con el ego en el mundo del arte debemos saber exactamente de que estamos hablando.
Ego en latín significa “yo”. A lo largo de los años y diferentes autores en psicología relacionan el ego para hacer referencia a la conciencia de la propia persona, la capacidad para que la persona se reconozco a sí misma, percibir la realidad y la propia personalidad. Es decir, el ego se relaciona con lo que la persona entiende como su “yo”.
El ego hace referencia a lo que hemos creado sobre nosotras mismas. Socialmente en ocasiones se utiliza la expresión del ego para hacer referencia a una forma de valoración que la persona hace de ella misma en exceso “Tiene un ego muy grande” “Su ego no la deja ver más allá”. Se utiliza en aquellos casos donde la persona tiende a tener una creencia en la que se posiciona por encima de las demás.
Una de las corrientes de la psicología que más vinculación ha tenido con el ego es el psicoanálisis. De hecho, desde esta perspectiva se entiende este concepto como el “principio de realidad”. Entiende el ego como la suma de nuestras vivencias y la interpretación de las mismas, un sistema de protección que surge desde los primeros momentos de la vida.
Aprender sobre el ego y cómo gestionarlo ayudará a responsabilizarnos de nuestra forma de actuar para así, asumir nuestras reacciones automáticas si ser conscientes de elegir cómo responder. Si vivimos dominadas por el ego estaremos experimentando una distorsión de la realidad basada en lo que nos gustaría que fuera, pero no es.
Conocer si actúas o no domina bajo el ego requiere de un proceso de introspección. De mirar hacia dentro y reflexionar, nn pocas palabras, y desde una perspectiva psicológica, el ego puede definirse como:
• La instancia de la psique que media entre los impulsos internos del interprete, las demandas de la realidad externa y las normas morales, buscando la adaptación y la identidad personal. [Freud, S. (1923). El yo y el ello.]
• Para una comprensión más amplia, también puede referirse al autoconcepto o la autoimagen de una persona, que puede ser un motor de autoeficacia o, si es desproporcionado, una fuente de orgullo excesivo y búsqueda de validación. [Rogers, C. R. (1951). Client-Centered Therapy.] [Holiday, R. (2016). El ego es el enemigo.]
• El ego, tal como lo conceptualizó Sigmund Freud, es una estructura fundamental de la personalidad que media entre los impulsos internos (ello), las normas morales (superyó) y la realidad externa. Su función es esencial para la percepción, el pensamiento, la memoria, la toma de decisiones y la adaptación del individuo al mundo. [Freud, S. (1923). El yo y el ello].
Si bien en algunas corrientes espirituales o filosóficas se habla de "trascender" o "disolver" el ego para alcanzar estados de conciencia superiores, esto no implica su eliminación total en un sentido psicológico, sino más bien una desidentificación de sus aspectos más problemáticos (como el orgullo o el apego a la vanidad) y una reorientación hacia una conciencia más amplia o un "self" más integrado. [Jung, C. G. (1968). El hombre y sus símbolos]. El objetivo no es la aniquilación de la identidad o la capacidad de interactuar con la realidad, sino la educación y gestión de sus impulsos para que sirvan al bienestar y al propósito auténtico del individuo. [Holiday, R. (2016). El ego es el enemigo].


4/7/25
"los tontos del pueblo", por Manu Medina


2/7/25
9ª Confesiones NARCISISTAS de un director de teatro, por Manu Medina
A diferencia de otras especies que construyen para la supervivencia, los humanos tenemos la necesidad de crear arte por el arte mismo. No se trata de un acto utilitario, sino de expresión, exploración y búsqueda de belleza. El teatro es una manifestación directa de esta necesidad: la danza, el canto, la dramaturgia, la interpretación actoral, el diseño escénico, la iluminación. Es la "chispa del creāre" que nos impulsa a "producir, engendrar, hacer nacer", mundos y emociones que antes no existían.
Los seres humanos poseemos la capacidad de reflexionar sobre el bien y el mal, la justicia y la injusticia. El teatro es un foro privilegiado para interrogar a la sociedad [Arthur Miller], para cuestionar normas, explorar dilemas éticos y provocar la catarsis moral. Las obras abordan la culpa, la redención, el sacrificio o la hipocresía, resonando con nuestra innata capacidad para el juicio moral y la búsqueda de significado en la vida. Esta es una dimensión ausente en el comportamiento animal basado en la supervivencia y el instinto, además construimos sobre lo que las generaciones anteriores han creado. El teatro se nutre de su historia, de sus textos clásicos, de las teorías de sus maestros (Stanislavski, Brecht, Artaud). Transmitimos el conocimiento y las obras a través del tiempo, permitiendo que un público moderno se conecte con tragedias griegas o comedias del Siglo de Oro. Además, podemos planificar producciones complejas a largo plazo, anticipar reacciones del público o soñar con el impacto futuro de una obra, algo que va más allá de la planificación instintiva de otras especies.
El teatro es un acto de conexión profunda entre seres humanos, un reflejo y una expansión de nuestras capacidades más distintivas. Es un espacio donde nuestra conciencia, nuestro lenguaje, nuestra capacidad de simbolizar, nuestra necesidad de crear y nuestra búsqueda de significado se encuentran, haciendo de cada función un acto de vida y una reafirmación de lo que nos hace singularmente humanos.


30/6/25
La simbologia del teatro, por Manu Medina.
El teatro, en su esencia más profunda, es un arte intrínsecamente humano. No solo es creado por seres humanos, sino que se nutre y resuena con aquellas características que nos distinguen del resto de las formas de vida. A diferencia de las plantas que responden instintivamente a la luz, o los animales que operan primariamente por instinto y supervivencia, la experiencia teatral, tanto para quien la crea como para quien la recibe, es posible gracias a las capacidades cognitivas, emocionales y sociales únicas de nuestra especie.
Los seres humanos no solo sentimos y percibimos, sino que somos conscientes de que sentimos y percibimos. Esta auto conciencia compleja nos permite la introspección, la reflexión sobre nuestra propia existencia y la capacidad de entender y representar estados internos profundos. Un actor puede sumergirse en la psique de un personaje, analizar sus motivaciones, sus contradicciones y su evolución, porque posee la capacidad de reflexionar sobre sí mismo y sobre otros seres complejos. El espectador, a su vez, puede empatizar con el dilema existencial de un héroe trágico o con la ironía de un personaje cómico, porque se reconoce en la complejidad de esas experiencias.
Mientras que los animales se comunican a través de señales para necesidades básicas, nuestro lenguaje es una herramienta simbólica de una sofisticación sin parangón. El teatro se construye sobre el diálogo, la poesía, la metáfora y la narrativa. Nos permite no solo transmitir información, sino evocar emociones, construir mundos imaginarios, explorar ideas abstractas como la justicia, el amor, el poder, o la locura. La capacidad de un dramaturgo para hilar una trama compleja, de un actor para dar vida a un texto con matices infinitos, o de un público para decodificar los símbolos en escena, es un tributo a esta capacidad lingüística. Los seres humanos podemos ir más allá de lo concreto. Creamos y entendemos símbolos, metáforas y conceptos abstractos. Esto es vital para el teatro: una silla en escena puede simbolizar un trono o una prisión; un simple gesto puede representar un mundo de emociones. El teatro es un espacio de representación simbólica, donde el "aquí y ahora" de la escena trasciende lo literal para resonar con verdades universales o existenciales. Los animales, en contraste, operan en un nivel más directo con la realidad.


27/6/25
Espacios culturales alternativos LPGC, por Manu Medina


17/6/25
Lolita Pluma, ¡¡¡PROXIMAMENTE!!!, por Manu Medina
En el corazón de Las Palmas de Gran Canaria, en el vibrante Parque Santa Catalina, habitó una mujer que con su espíritu libre y su amor por los bigotudos felinos, tejió una historia tan colorida como las flores de papel que vendía. Su nombre era María Dolores Rivero Hernández, pero todos la conocían como Lolita Pluma. ¡Y vaya si dejó huella!
Nacida en 1904 en el popular barrio de La Isleta, Lolita venía de una estirpe singular. Su familia, los "Pluma", era de esas pocas en la ciudad que se jactaban de saber escribir, ¡algo no tan común en aquellos tiempos! Quizás de ahí le vino esa chispa de independencia y esa capacidad de trazar su propio destino con tinta invisible.
El Parque Santa Catalina fue su reino. Allí, entre palmeras y brisa marina, Lolita no solo despachaba flores de papel, chicles y postales a los curiosos turistas. Su verdadera vocación, su gran amor, eran los gatos callejeros. Los alimentaba, los protegía, y seguramente les contaba sus secretos. Era la protectora oficial de las patitas peludas del parque, una verdadera "cat lady" antes de que la expresión se pusiera de moda.
Su presencia era tan singular y entrañable que, en 1984, el parque le rindió el honor que merecía, nombrándola "Reina del Parque Santa Catalina". ¡Hasta cantantes canarios le dedicaron canciones! Porque la bohemia y la autenticidad de Lolita inspiraban a todos.
Hoy, si paseas por el Parque Santa Catalina, te toparás con ella. No con Lolita en carne y hueso, claro, pero sí con una escultura en su honor, un punto de referencia que nos recuerda su singularidad.
Lolita Pluma se convirtió en mucho más que una vendedora ambulante. Fue un símbolo de libertad, extravagancia y pura humanidad para Las Palmas de Gran Canaria. Una musa para artistas y un recuerdo vivo de la rica cultura e idiosincrasia de la ciudad. Su amor incondicional por los animales la convirtió en una figura querida y respetada, demostrando que un corazón grande y un espíritu libre pueden dejar una marca imborrable en el mundo. ¡Y así, Lolita Pluma sigue viviendo en cada rincón del Parque Santa Catalina!


12/6/25
8ª Confesiones NARCISISTAS de un director de teatro, por Manu Medina
Es muy fácil convencer al convencido
Desde mi perspectiva, y a grandes rasgos, el panorama actual del teatro se centra en complacer a un público ya cautivo, a aquellos que asisten de forma habitual a las salas." Esta frase subraya una realidad operativa: muchas producciones y programaciones teatrales se orientan, consciente o inconscientemente, a satisfacer las expectativas de su audiencia fiel. Son los espectadores que conocen el lenguaje teatral, que ya aprecian sus códigos y que buscan la continuidad de una experiencia que les es familiar y gratificante. Este enfoque, aunque asegura una base de público, puede generar un ciclo endogámico donde el teatro habla, en gran medida, para sí mismo.
El problema radica en que, al enfocarse en esta base, "se desatiende a la inmensa mayoría de potenciales espectadores". Esta "inmensa mayoría" representa a individuos que, por diversas razones —desconocimiento, prejuicios sobre el teatro, falta de acceso o de modelos culturales—, "sencillamente, ignoran que la experiencia teatral podría despertar en ellos una profunda pasión, convirtiéndose en una fuente de asombro y conexión". No es que no les guste el teatro, sino que nunca han tenido la oportunidad de experimentar su "poder transformador. No saben que el teatro puede "enseñar a sentir, a pensar, a amar, a odiar" [Darío Fo], o que es una ventana a las pasiones, comportamientos, culturas, sensaciones, etc. del ser humano hacia sus semejantes. Han permanecido ajenos a esa "chispa del creāre", que el arte escénico puede encender en ellos.
La frase "Es muy fácil convencer al convencido" cobra un significado crítico. Invertir recursos y esfuerzos en atraer y complacer a quienes ya son asiduos al teatro es, en cierto modo, la vía de menor resistencia. Estos espectadores ya están "convertidos"; ya valoran el arte escénico. La verdadera labor de expansión y de cumplimiento de la "misión del teatro de interrogar a la sociedad" [Arthur Miller] no se logra simplemente consolidando lo que ya se tiene.
Esta realidad tiene varias implicaciones:
• Limitación de la Relevancia Social: Si el teatro solo llega a los "ya cautivos", corre el riesgo de convertirse en una forma de arte de nicho, perdiendo la oportunidad de influir en conversaciones más amplias, de "interrogar" a segmentos más grandes de la sociedad o de reflejar la diversidad de experiencias humanas más allá de un círculo limitado.
• Pérdida de Potencial Transformador: Hemos hablado del poder transformador del teatro, tanto en el espectador como en el intérprete. Este poder se diluye si solo se ejerce sobre quienes ya están predispuestos a la experiencia. Los individuos que más podrían beneficiarse de esa catarsis y liberación o de esa "expansión del horizonte mental, son precisamente los que no están siendo alcanzados.
• Homogeneización y Riesgo de Estancamiento: La complacencia al público cautivo puede llevar a una oferta teatral homogénea, donde se replican fórmulas de éxito seguro y se desincentiva la experimentación o la audacia creativa. Esto, irónicamente, puede llevar al estancamiento personal y artístico, no solo para los creadores, sino para el arte teatral en su conjunto.
En esencia, la frase "Es muy fácil convencer al convencido" apunta a un desafío fundamental: cómo el teatro puede romper su propio círculo de confort para re-conectar con la curiosidad y la capacidad de asombro de una audiencia más vasta. Se trata de reconocer que la verdadera labor de "crear" una audiencia nueva es más ardua que simplemente "convencer al convencido", pero es indispensable para que el arte escénico cumpla su potencial de ser una "necesidad para la vida humana" [Ariane Mnouchkine] y no solo un lujo para unos pocos.


11/6/25
Lolita Pluma, reina del parque Santa Catalina, por Manu Medina.


9/6/25
7ª Confesiones NARCISISTAS de un director de teatro, por Manu Medina


5/6/25
6ª Confesiones NARCISISTAS de un director de teatro, por Manu Medina
La esencia del teatro a mi juicio reside, en su fibra más íntima, en el espíritu mismo del ser humano; es el reflejo vivo y el testimonio de las historias de cada individuo y por ende de todos los pueblos. Si esta raíz vital está ausente, lo que se presenta en escena corre el riesgo de ser un mero acto teatral sin trascendencia, sin impacto duradero ni en la esfera personal de los individuos ni en la conciencia colectiva de la comunidad. Elegir una obra por el simple afán de cosechar minutos de gloria, en lugar de buscar esa resonancia profunda, se revela, en última instancia, como una experiencia poco gratificante. Aquellos artistas que verdaderamente lo son, los que poseen un talento genuino, comprenden esta verdad con una claridad meridiana.
Después de transitar más de cuarenta años en el ámbito teatral, he comprendido que mi mayor logro reside en la firmeza de no sucumbir a tantas presiones externas, ya sean las modas del momento, las directrices comerciales o la opinión pública. Pero también he de decir que donde si he sucumbido y no pocas veces, es en el imperativo de las voces internas de mi propio ego.
La certeza de que la vida se acaba, me da la posibilidad de ver el mundo en el que vivimos como algo relativo, donde la vida misma se sucede, y donde los acontecimientos muchas veces nos arrastran a lugares recónditos, esta incertidumbre me da que pensar que precisamente hay palabras que nosotros los artistas debemos desterrar de nuestro vocabulario, palabras tales como bueno, malo o culpable, error, fracaso, etc.
Nunca me he sentido perdido respecto a mi verdadera vocación. Desde siempre, he sabido que el teatro es el origen de mis ideas más arriesgadas, el lugar donde doy rienda suelta a mis locuras, y la fuerza que impulsa mis pasiones más intensas.
Esta conexión profunda con el arte escénico no es algo que elegí, sino una parte esencial de quién soy. Es lo que me guía en los momentos difíciles y recuerda mi propósito más hondo. El teatro es mi espejo: allí puedo enfrentar mis miedos y celebrar mis fortalezas, encontrando la libertad para ser y para expresar sin las máscaras que la vida nos exige. Lo que me confronta y lo que me da miedo. Cada acto en escena, cada ensayo, es un testimonio de esta poderosa unión que define mi camino y mi ser.
En mi recorrido como teatrero, tanto en el papel de actor como en el de director, he transitado por las intrincadas venas de este arte, encontrando tanto sus luces más como sus sombras. En este viaje, me he visto confrontado con una pregunta fundamental que resuena en cada ensayo y en cada función: ¿qué define realmente a un artista? ¿Quién es, en esencia, un verdadero creador?


5ª Confesiones NARCISISTAS de un director de teatro, por Manu Medina
Mi recorrido en el ámbito teatral ha sido siempre una senda dedicada a la reflexión y a la constante indagación sobre los mecanismos que rigen la creación artística. Paralelamente, mi esfuerzo se ha centrado en dignificar el arte que emerge desde la diversidad, una tarea ardua y, a menudo, plagada de incertidumbre.
A lo largo de mi carrera, he sido testigo de cómo incontables intérpretes han dominado la réplica de la emoción sin llegar jamás a experimentarla. Lamentablemente, he presenciado cómo la primacía del "yo" oscurece con frecuencia la esencia del "nosotros", he soportado ofensas por defender a un actor cuando, a escasos segundos de un estreno crucial en uno de los teatros más emblemáticos del país, otro actor le espetaba reprochándole e insultándole, diciendole que su desempeño actoral carecía de resolución. El actor que insultaba al otro en estos momentos es un director de casting reconocido.
He sido testigo de compañías que, amparándose en la seguridad económica, optan por refritos artísticos, conscientes de que las administraciones públicas les brindarán un sustancioso respaldo financiero. También me consta la existencia de colegas cuya única preocupación gira en torno al calendario de las próximas subvenciones, ajenos a la verdadera labor de la creación. Resulta paradójico que, a pesar de estas prácticas, algunas instituciones reconocen que este modelo no es la vía idónea para fomentar nuevos públicos o para articular una oferta teatral verdaderamente amplia e inclusiva.


4/6/25
4ª Confesiones NARCISISTAS de un director de teatro, por Manu Medina
«El teatro es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma»
Arthur Miller
Soy heredero de mis días, de ruidos y emociones trastocadas, moldeando y transformándome a cada momento. No concibo el tiempo en horas o días, no soy lo que otros me definen, no soy lo que yo pueda saber de mí. Soy, vástago de las circunstancias, esclavo de la curiosidad, amiga de la inquietud, pero si un poco más libre, un poco más sereno, un poco más indeciso, con un poco menos de creencias, talvez un poco menos de todo.
Cuanto más vivo más creo que tengo que desatar lo caminado, (…cuando este al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar) demoler y dejar mi memoria a campo raso, para talvez ir más ligero, despojarme de convicciones, llenarme de silencios voluntarios dejando pasar los ruidos de una emisora llena de titulares.
No pretendo que cada idea escrita en estas páginas sea una revelación puramente mía. Al contrario, este volumen es el eco de un proceso de construcción colectiva y continua. En cada línea resuenan las voces, las preguntas y los descubrimientos que compartí con mis alumnos, actores, equipos, gente fuera y dentro del mundo del arte. Mis procesos, mis luchas, fracasos y éxitos me moldean profundamente. Y todos han participado en esta urdimbre, amigos y enemigos, quienes con su apoyo y sus cuestionamientos afianzaron unos y destruyeron mi camino; e incluso, las resistencias de mis supuestos enemigos han profundizado en mis propias resistencias o críticas, paradójicamente, me impulsaron a afinar mis argumentos y a mirar desde otras perspectivas. La relación con todos y cada uno de ellos me ha construido y me sigue construyendo, modelando, redefiniendo mi visión y mi forma de entender el arte y la vida.
Este libro nace de una profunda necesidad de cambio. Convertir el veneno en medicina. Buscar, transformar lo negativo en una fuerza impulsora, de reorientar el camino cuando el que esté ya no funciona. Es una pausa necesaria para la introspección, para revisar y corregir y luego volver a revisar y luego corregir, así una y otra vez, hasta que al fin algún día haya aprendido, simplemente a estar un poco más sereno, y quizás, a cambiarlo todo, para dejarlo como estuvo en un principio.
Las palabras que aquí se despliegan son el fruto de un trabajo minucioso y apasionado, donde la inquietud, la curiosidad y un ardiente anhelo de conocimiento han sido los ingredientes esenciales, conformando un alimento para mi día a día que aún espera y para así encontrar la sazón definitiva.
Impulsado por esa insaciable inquietur y un profundo anhelo por desentrañar los intrincados mecanismos de los procesos artísticos, así como por la imperiosa necesidad de comprender mi propio universo emocional, me he visto en el compromiso ineludible de documentar y reflexionar constantemente sobre cada experiencia, duda, conjetura e hipótesis surgida a lo largo de mi trayectoria en el fascinante mundo del teatro.
Es preciso señalar que lo que encontrarán en las próximas páginas es solo una parte de un proceso de búsqueda, reflexión y análisis que aún está en curso. En ningún momento pretendo que estas ideas, sean conclusiones cerradas; por el contrario, concibo que aquello que hoy parece firme puede, en cualquier instante, tambalearse y caer por su propio peso.


29/5/25
3ª Confesiones NARCISISTA de un director de teatro, por Manu Medina
Las demandas del público, las tendencias del mercado teatral que dictan lo que "se lleva", las expectativas de los productores, las comparaciones con otros "éxitos", los dictados de la crítica que a veces parecen sentencias. Este contexto puede distorsionar nuestra percepción de nuestro propio propósito artístico innato, llevándonos a perseguir "éxitos" que no resuenan con nuestra verdadera esencia creativa, sino con lo que "deberíamos" hacer para ser reconocidos o rentables.
El dilema del artista: ¿por qué desviarse del propósito escénico innato?
La fábula del salmón nos enseña una verdad fundamental aplicable a toda existencia. Cada ser vivo, desde la más humilde planta hasta el más complejo animal, e incluso elementos aparentemente inertes como el aire o la tierra, poseen un "propósito vital" inherente a su naturaleza. No es que el aire "decida" existir, sino que su existencia y función son intrínsecas a su ser. Todo lo que percibimos tiene su manera peculiar de ser o de estar: una forma específica de existir, de crecer, de nutrirse, de interactuar y de manifestarse. Estos patrones no son arbitrarios; son la expresión de su esencia y su papel en el entramado de la vida.
Al trazar un paralelismo con cualquier manifestación de vida en el escenario o fuera de él, descubro que con el artista ocurre exactamente lo mismo. Aunque nuestra complejidad es incomparable, los principios fundamentales persisten. Si la premisa de que todo ser vivo posee un "propósito vital" inherente y una "manera de ser" propia que lo guía en su desarrollo y existencia, entonces surge una pregunta crucial en nuestro ámbito: ¿Por qué el artista, dotado de habilidades, destrezas y capacidades creativas extraordinarias, a menudo parece desviarse de este principio fundamental de la vida artística?
La respuesta a esta aparente contradicción es compleja y multifacética, y reside precisamente en la cualidad que nos diferencia del resto de las criaturas y del arte que simplemente "existe": la conciencia del artista, su capacidad de elección creativa y su profundo pensamiento abstracto.
Mientras que el salmón sigue su instinto de forma casi automática hacia el desove, y la semilla del drama crece buscando su luz escénica sin dudarlo, el artista posee la inmensa, y a veces abrumadora, libertad de elegir. Esta libertad, si bien es una bendición que permite la innovación y la expresión personal, también puede ser una fuente constante de confusión y parálisis. A diferencia de otras disciplinas con un repertorio de formas más limitado, el artista se enfrenta a un abanico casi infinito de posibilidades en cada proyecto, cada personaje, cada puesta en escena. Esta pluralidad de caminos creativos puede generar indecisión ("¿Será este el camino correcto para la obra?"), miedo a equivocarse en la interpretación o la dirección, o la búsqueda de una gratificación inmediata (aplausos fáciles, roles comerciales) que nos aleja de nuestros propósitos artísticos más profundos y auténticos.
El salmón no teme morir tras desovar; es parte de su ciclo vital. Nosotros, los artistas, en cambio, tememos al fracaso en el escenario, a la crítica demoledora, al juicio ajeno y propio que se siente como un puñal, a la incertidumbre de no poder vivir de nuestro propio trabajo, a la soledad de no ser comprendidos o aceptados, o al abismo de lo desconocido que implica una propuesta verdaderamente arriesgada. Este miedo puede paralizarnos creativamente o llevarnos a evitar los desafíos necesarios para nuestro crecimiento artístico y la consecución de nuestros objetivos teatrales más audaces.
Además, nuestra mente, con su capacidad de reflexión, planificación compleja y abstracción para construir mundos imaginarios, es una herramienta poderosa, pero también puede convertirse en un obstáculo. A menudo, en lugar de conectar con mi intuición artística o con ese "propósito" más primario que me llama a crear, analizo y racionalizo en exceso cada decisión creativa, creando excusas o justificaciones para no arriesgarme, para no actuar con audacia o para desviarme de mi visión original. Puedo intelectualizar tanto el proceso creativo hasta el punto de desconectarme de mi propia naturaleza visceral y pasional como artista.
Al mismo tiempo, en un mundo teatral cada vez más mercantilizado y dependiente de factores que no controlo (tendencias, financiación, modas), en algunos momentos pierdo la conexión con mi biología artística y mis instintos más básicos de juego y expresión pura. No escucho las señales de mi cuerpo que me piden libertad de movimiento o una voz diferente, ignoro mis necesidades emocionales de vulnerabilidad auténtica y me alejo de los ritmos naturales que rigen el proceso creativo, buscando atajos o fórmulas probadas en lugar de permitir que la obra respire y se desarrolle por sí misma con su propia verdad.

