El arte inclusivo son todas aquellas disciplinas artísticas que trabajan la inclusión en los lugares más recónditos del alma humana.

12/11/25

La dispersión en el teatro inclusivo por Manu Medina.


La ansiedad es una corriente subterránea que fluye bajo la superficie de la experiencia humana. Es la sensación de que algo malo está a punto de suceder, la punzada en el estómago antes de un examen, o el corazón acelerado frente a un peligro. Es una emoción universal. Pero, ¿qué sucede cuando esa emoción se instala en una persona con Discapacidad Intelectual (DI)? Aquí es donde el relato se vuelve más complejo, porque la ansiedad, al no poder ser nombrada, se ve forzada a encontrar otra voz.

Imaginemos el escenario: las luces se encienden, el grupo se prepara para el ensayo. El teatro, ese espacio vibrante de expresión, es una promesa de inclusión y crecimiento. Sin embargo, para una persona con Discapacidad Intelectual (DI), el camino hacia la representación puede estar minado por una fuerza sutil pero poderosa: la dispersión.

En el contexto del teatro inclusivo, la dispersión es la falla inicial del sistema que permite que esa corriente subterránea emerja y arrastre consigo a la persona.

El entorno teatral es, por naturaleza, multisensorial y exigente en foco. Hay movimiento constante, sonidos, la presión de recordar líneas, acciones, y la interacción con varios compañeros a la vez, etc.

Para el actor con DI, esta sobrecarga de estímulos actúa como un disruptor primario. Su dificultad para filtrar la información irrelevante hace que la instrucción del director, o el compañero que susurra, o incluso un simple cambio de luz, compitan por igual por su atención. El resultado: la dispersión.

El foco se disipa.

La secuencia de la escena se pierde.

El hilo narrativo se rompe.

La persona se "desconecta", alejado del presente.

Cuando el actor disperso intenta regresar a la escena, se enfrenta a una realidad incómoda: no sabe dónde está el grupo. Se da cuenta de que ha perdido el paso. Es en este momento donde la dispersión se convierte en la antesala directa de la ansiedad.

1. El silencio del no-nombrar: La persona con DI puede tener dificultad para nombrar esa punzada en el estómago como "miedo" o "nerviosismo".

2. La ansiedad forzada: Al no poder expresar la confusión o el rezago con palabras, la emoción de la ansiedad, el "corazón acelerado frente a un peligro", se ve forzada a buscar otra voz.

3. El miedo a la exposición: La dispersión ha provocado un error o una pausa. Esto sitúa al actor, vulnerablemente, en el centro de atención. La ansiedad se instala como el miedo a ser el causante del fallo, a ser juzgado por los compañeros o el director, o a no ser "suficientemente capaz" para el desafío escénico.

Así, la dispersión, inicialmente un reto de atención, se transforma en un catalizador de la angustia. La escena, que debería ser un refugio creativo, comienza a sentirse como una amenaza potencial. Es un ciclo vicioso: el miedo a dispersarse provoca más ansiedad, y la ansiedad, al sobrecargar el sistema cognitivo, produce mayor dispersión.

Muchas de las personas con discapacidad intelectual, no tiene la llave del lenguaje emocional ni la conciencia para dirimir su estado. Al no poder etiquetar su malestar como "ansiedad", la emoción queda atrapada, buscando desesperadamente una salida. Ese callejón sin salida obliga a la ansiedad a traducirse en acciones. El pensamiento se salta el filtro verbal y se manifiesta como un lenguaje crudo: el cuerpo. Es aquí donde la ansiedad deja de ser una sensación invisible y se convierte en un acto que el mundo puede ver, aunque a menudo malinterpreta.

El cuerpo habla donde la boca calla

Imagina que tienes una gran preocupación, un miedo que te aprieta el estómago, ¡pero no puedes decirlo con palabras!

En el teatro, a veces sientes muchos nervios o ansiedad. Si no puedes usar tu boca para decir "estoy nervioso" o "tengo miedo a equivocarme", tu cuerpo busca otras maneras de pedir ayuda o de calmarse.

Para nosotros en el teatro inclusivo, es muy importante aprender a escuchar lo que dice el cuerpo de nuestros compañeros y el nuestro.

Cuando la ansiedad o el miedo son muy grandes, el cuerpo empieza a hacer cosas que parecen raras, pero que en realidad son señales:

Movimientos para calmarse: ¿Te balanceas de un lado a otro cuando estás esperando tu turno? A veces, moverte de forma suave y repetida es tu cuerpo diciendo: "¡Necesito calmarme!". Esto se llama estereotipia. Es como si tu cuerpo creara su propia canción tranquila.

Golpes o morder: Si sientes tanta presión que no sabes qué hacer con ella, a veces las manos o la cabeza se mueven de forma brusca (comportamiento autolesivo). Es una manera muy fuerte de intentar sacar la tensión que tienes dentro.

Decir "no voy": Si te da mucho miedo actuar o hacer un ejercicio, puedes decir: "No voy" o "No quiero salir de casa". Esto es evitar la situación que te da miedo. Tu cuerpo piensa: "Si me quedo aquí, estoy seguro".

El estómago duele (pero no estás enfermo): Muchas veces, los nervios se van al estómago o a la cabeza. Si te duele la barriga antes de salir al escenario, y el médico dice que no hay nada malo, ¡puede ser tu ansiedad hablando con dolor! Lo llamamos síntomas físicos o somáticos.

Actuar como un niño pequeño: Si de repente empiezas a hacer cosas que hacías cuando eras mucho más joven (como chuparte el dedo o mojar la cama), es como si tu mente dijera: "¡Estoy muy estresado! Quiero volver a un momento donde me sentía seguro y cuidado". Esto se llama regresión.

Recuerda: Estas no son "malas conductas". Son las señales que tu cuerpo usa para pedir un descanso o ayuda cuando tu boca no puede articular el miedo. En el teatro, aprendemos a leer esas y otras señales para cuidarnos unos a otros.

Viviendo en un mundo hostil e incierto

La vulnerabilidad a la ansiedad es mayor en el colectivo de la DI porque viven, a menudo, en un entorno que les exige demasiado y les explica muy poco. Su mundo está lleno de estresores magnificados:

1. El estigma y la exclusión: Las miradas, el rechazo social o el bullying son fuentes constantes de estrés.

2. La dificultad causal: Les cuesta conectar un evento estresante (el cambio de autobús) con la sensación de miedo que experimentan. Al no poder identificar la fuente, la ansiedad se vuelve flotante, omnipresente y sin ancla.

3. La fragilidad del Entorno: La falta de estrategias de afrontamiento sofisticadas (la reestructuración cognitiva es compleja) hace que, ante el estrés, la persona no tenga "herramientas mentales" para defenderse, recurriendo a la evitación o al desahogo emocional.

4. La sombra del trauma: Lamentablemente, el riesgo de sufrir abuso o maltrato es más alto en este colectivo. Estas experiencias traumáticas son poderosos detonantes de trastornos de ansiedad que persisten en la vida adulta.

En mi experiencia como director de teatro con personas con discapacidad intelectual, sé que la dispersión y ansiedad no siempre habla con palabras claras. Por eso, mi trabajo como director, es aprender a tener una mira sistémica y desprovista de juicios de valor es entonces cuando el escenario se convierte en un mapa de señales, cualquier movimiento, altercado, sonido, palabra me puede dar la solución a un posible escollo en los ensayos. Mi misión es descifrar ese lenguaje corporal y contextual antes de que se convierta en una crisis de ansiedad.

Los procesos son mucho más importantes que los resultados.

La meta no es la función; la meta es el camino que recorremos juntos. La verdadera victoria se logra cuando un intérprete aprende a gestionar su frustración, cuando el grupo aprende a esperar y apoyarse, y cuando alguien que se dispersaba, logra un minuto de atención consciente.

Si cuidamos el proceso con calma, estructura y apoyo visual, del resultado haremos—una obra genuina y emocionante— llega por sí mismo, sin la pesada mochila de la ansiedad. La escena se convierte entonces en un lugar seguro para la genuinidad, donde cada movimiento no es un error, sino una parte esencial de la historia.

No miramos el problema (el síntoma aislado); miramos la causa (el contexto). Sabemos que la ansiedad no es que seas "malo" o "difícil"; es una respuesta muy lógica a un momento que te parece incierto o confuso.

El tratamiento, en última instancia, no busca eliminar la emoción —porque sentir es humano—, sino enseñar a manejar la activación. Esto se logra con intervenciones psicoeducativas adaptadas: usando apoyos visuales que ilustren la emoción, historias sociales que den un guion a lo incierto, y técnicas de relajación sencillas para bajar la guardia del cuerpo.

La ansiedad en la Discapacidad Intelectual no es un fallo de carácter; es una respuesta lógica y a menudo silenciada ante un mundo confuso e incierto. El acto de apoyar es construir un puente seguro y predecible, reduciendo los estresores y, finalmente, dando a la persona las herramientas para que su angustia deje de ser un grito confuso y encuentre, por fin, una forma funcional de ser comunicada.

La dispersión ahuyenta el foco en el teatro inclusivo

Esta frase, aunque corta, encapsula uno de los mayores desafíos y responsabilidades en el trabajo de las artes escénicas con personas con Discapacidad Intelectual (DI): la dispersión y el foco son enemigos en el escenario.

¿Qué significa que la dispersión "ahuyenta" el foco?

1. El foco es la presencia: En teatro, el "foco" es la capacidad de estar completamente presente en el aquí y ahora de la escena. Implica mantener la atención en el compañero, en la consigna del director, en el propio cuerpo y en la emoción del personaje. El foco es lo que da genuinidad y magia a la actuación.

2. La dispersión es la fuga: La dispersión es el estado opuesto: es la mente que se va, que se pierde en estímulos externos (un ruido, una luz) o internos (un pensamiento, un recuerdo, la preocupación). Cuando la mente se fuga, el actor ya no está en la escena; simplemente está ocupando un espacio.

3. El impacto en la inclusión:

o Para el actor: En el teatro inclusivo, la dispersión rompe el sentimiento de pertenencia. Si un actor se dispersa constantemente, no puede seguir el ritmo del grupo y la escena se desarticula. Esto genera inmediatamente frustración, vergüenza y, finalmente, ansiedad, porque el actor se siente incapaz de cumplir.

o Para el grupo: Un compañero disperso obliga a los demás a parar o improvisar. Esto dificulta la creación colectiva y la confianza en el proceso.

El Rol del Teatro Inclusivo

El director y el equipo no pueden simplemente exigir el foco; deben enseñarlo. El teatro inclusivo transforma el desafío de la dispersión en una oportunidad, utilizando métodos específicos para anclar la mente en el presente:

Rutinas y estructuras: Usar ejercicios predecibles de calentamiento y finalizar con rutinas tranquilizadoras. La previsibilidad reduce la necesidad de la mente de vagar.

Anclaje sensorial: Emplear ejercicios que obliguen al actor a sentir su cuerpo: la respiración, el peso de los pies en el suelo, el contacto con una prenda. Esto ahuyenta la dispersión al obligar a la mente a volver al aquí y ahora.

Micro-tareas: Dividir las escenas complejas en bloques muy pequeños y concretos para que el foco solo tenga que sostenerse por unos segundos o minutos, garantizando el éxito.

La lucha contra la dispersión es, de hecho, la primera línea de defensa contra la ansiedad en este tipo de proyectos.


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