El arte inclusivo son todas aquellas disciplinas artísticas que trabajan la inclusión en los lugares más recónditos del alma humana.

10/11/25

Cuando el ego se empodera por Manu Medina

3. Cuando el ego se empodera:

Cuando el ego se "desboca" o se descontrola, sus funciones naturales de protección y mediación se distorsionan, llevando a una serie de consecuencias negativas tanto para el individuo como para su entorno, especialmente en el contexto del arte. No se trata solo de un "ego grande", sino de un ego que ha perdido su equilibrio, convirtiéndose en un tirano interno.

Aquí te detallo qué le pasa a mi ego cuando se desboca, basándome en los conceptos previos:

Cuando el ego se desboca: 

Cuando el ego, esa instancia de la psique que gestiona nuestra identidad y mediación con la realidad, pierde su equilibrio y se "desboca", sus funciones adaptativas se distorsionan radicalmente. Deja de ser un mediador para convertirse en un tirano interno, impulsando al individuo hacia comportamientos y percepciones que, lejos de protegerlo o adaptarlo, lo aíslan, lo empobrecen y lo desconectan de su "yo genuino" y de la realidad.

Estas son las principales manifestaciones de un ego desbocado:

Distorsión de la realidad y percepción sesgada:

Un ego desbocado vive en la "distorsión de la realidad basada en lo que nos gustaría que fuera, pero no es". La persona se vuelve incapaz de percibir objetivamente sus propias capacidades, sus "errores" o sus limitaciones. Las críticas se interpretan como ataques personales y el éxito se atribuye exclusivamente a la propia genialidad, ignorando la contribución de otros o los factores externos. Se crea una burbuja de autoengaño donde la autopercepción de grandeza es intocable, lo que impide el aprendizaje y el crecimiento.

Necesidad insaciable de validación y adicción al reconocimiento:

El ego desbocado genera una "necesidad insaciable de admiración constante y adicción a la validación externa". El individuo nunca se siente "suficiente" por sí mismo; su autoestima depende exclusivamente del aplauso, el halago y el reconocimiento público. Esta adicción lleva a una búsqueda frenética de atención, a la sobreactuación o a la elección de proyectos que solo prometen visibilidad, incluso si no resuenan con su "propósito vital" o su "integridad artística". El "la ratificación del yo" se convierte en una droga de la que se necesita una dosis cada vez mayor, sin generar una "satisfacción profunda".

Arrogancia, soberbia y sentimiento de superioridad:

Se manifiesta en una creencia desproporcionada en la propia valía, posicionándose "por encima de las demás". La persona se vuelve arrogante, altiva y desprecia las opiniones o el trabajo de otros. En el teatro, esto me ha llevado a "imponer mis decisiones" sin escuchar al equipo, o a actores a creerse imprescindibles o a descalificar a sus compañeros. Esta soberbia aislaba del resto de los compañeros, impidiendo la "colaboración genuina" y el espíritu del "Nosotros".

Resentimiento y queja Constante por el "merecimiento":

Cuando mi ego está desbocado, me siente "ofendido" o "resentido" si no obtengo lo que creo "merecer". Esta mentalidad de "yo me lo merezco" me genera una "queja constante" hacia el mundo, hacia el sistema, hacia la falta de oportunidades, sin una autocrítica. El "ego resentido" se victimiza y culpa a factores externos por sus "fracasos" o la falta de reconocimiento, impidiendo asumir la "responsabilidad" de mi propia "forma de actuar" y aprender de la "adversidad".

Aversión extrema al riesgo y estancamiento creativo:

La necesidad de mantener una imagen "perfecta" y evitar el "fracaso" a toda costa, lleva a una "aversión al riesgo" extrema. El artista se aferra a lo seguro, a las "fórmulas probadas" y a la "zona de confort artística". Esto conduce a la "inercia y estancamiento creativo", a la repetición de patrones y a la incapacidad de innovar o de "salir del molde". Paradójicamente, la búsqueda de seguridad por parte del ego acaba por limitar el potencial creativo del artista (Dweck, 2006).

Pérdida de conexión con el "yo genuino" y el propósito auténtico:

Un ego desbocado consume tanta energía en mantener su "identidad construida" y en la búsqueda de validación externa, que desconecta al individuo de su "yo genuino". La "vocación innegable", la "verdad emocional y vulnerabilidad auténtica", y el "propósito interno" que realmente nutren al artista quedan sepultados bajo las demandas de un ego insaciable. El artista puede alcanzar la fama o el éxito, pero sentirse "vacío o insatisfecho", porque ha perdido la conexión con la esencia de su ser y de su arte. 

Incapacidad de aprender y de asumir la responsabilidad:

Al vivir en una burbuja de autojustificación y autoengaño, el ego desbocado impide el aprendizaje. Cada "error" se racionaliza o se culpa a otros. Esto evita la "introspección" necesaria para "revisar y corregir" la propia conducta. La persona no puede "elegir cómo responder" de forma consciente, sino que está dominada por sus "reacciones automáticas" impulsadas por el ego.

Un ego desbocado es un parásito para el desarrollo personal y artístico. Impide la humildad necesaria para el aprendizaje, la vulnerabilidad para la conexión profunda, la curiosidad para la innovación y la autenticidad para la verdadera trascendencia de la obra. Convierte al artista en una caricatura de sí mismo, más preocupado por la apariencia que por la esencia, y lo condena a una existencia de "satisfacción fugaz" en lugar de la plenitud que nace de la entrega incondicional a la creación y al "nosotros".

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