Confesiones Narcisistas de un director de Actores: La Fábula del Salmón Escénico y la Trampa del Ego.
1. Introducción: Fabula del salmón y el dilema del artista.
Observo con fascinación cómo organismos tan aparentemente simples como el salmón exhiben un "propósito vital" innegable, una motivación intrínseca que los impulsa sin vacilaciones hacia comportamientos específicos, como la épica reproducción y la incansable migración. Sin embargo, este poderoso instinto de alineación vital contrasta de manera dramática con una realidad que, a menudo, me golpea en el mundo del arte: los artistas, y yo mismo como director, no siempre llegamos a ser todo lo que podríamos ser.
Esta divergencia, lo percibo cada día más, se debe en gran medida a los complejos y, a veces, insidiosos mecanismos del ego humano. En psicología, se entiende como esa parte de nuestra psique que orquesta nuestra identidad, la que nos obliga a actuar, buscando un delicado equilibrio entre lo que anhelamos creativamente, la cruda realidad del escenario y el mercado, y las expectativas, a menudo abrumadoras, que la sociedad artística y la crítica depositan en cada uno de nosotros.
Si bien la búsqueda del ego de reconocimiento, estatus, poder y seguridad no es intrínsecamente un problema –de hecho, en dosis adecuadas, puede ser un motor–, mi experiencia me ha enseñado que estas búsquedas me hacen gastar una cantidad desproporcionada de energía. Me agotan tanto mental como físicamente en un laberinto de objetivos que me alejan, insidiosamente, de aquello que realmente me nutre y me motiva desde lo más profundo de mi ser. Al final, consigo resultados que parecen buenos o que me otorgan una satisfacción meramente superficial –un aplauso fugaz, un titular halagador en la prensa–, pero que rara vez se traducen en lo que es verdaderamente bueno y profundo para mi desarrollo artístico y la evolución de mi capacidad creativa...
to be continued
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