Los ensayos tienen un doble objetivo: probar todos los lances que han de integrarse en la puesta en escena de una obra y aprenderla en todos los aspectos.
Antes de empezar los ensayos el director debe responsabilizarse de la fijación del texto. Es frecuente que un texto dramático deba recortarse algo o suprimir alguna frase. Fijar el texto no quiere decir cambiarlo sustancialmente. Esto sería hacer una adaptación. Y lo mejor en este caso, e incluso cuando se proceda a la fijación, es hacerlo de acuerdo con el autor, si es posible.
Trabajo de mesa
Se hace una lectura completa del texto estando presentes todos los actores, los jefes de la tramoya, decoradores, electricistas, utileros, responsables del vestuario, figurinista, maquilladores, regidor... Tras esta lectura, el director expone el plan general de la puesta en escena y tanto actores como el resto de personal tienen opción para aportar sus puntos de vista, que el director hará bien en estudiar e incorporar, si conviene.
Los actores tienen que descubrir el carácter de sus personajes y el director ha de observar las disposiciones de los actores. Es también el momento de aclarar dudas de lenguaje, unificar la fonética de nombres propios y extranjeros, llamar la atención sobre vocalización y pronunciación y establecer el ritmo de la obra.
Puesta de movimiento
En el siguiente ensayo se empieza por «marcar la obra», es decir señalar los movimientos y posiciones en la escena. Se empieza por el primer acto. Los actores, libro en mano, toman nota de las posiciones que les señala el director. Se señala en el suelo la posición del decorado y el mobiliario y a ellos se ajustan los movimientos. Este ensayo se repite varias veces y luego el mismo proceso se sigue con los demás actos.
Memorización
Si los actores no aprenden la obra al mismo ritmo, los ensayos se vuelven lentos e ineficaces. No se puede trabajar estando más pendientes del apuntador que del director que ha de matizar la recitación. Basta un remolón para complicarlo todo y mantener a todos en vilo hasta el estreno.
Ensayos a la italiana
La solución a este problema consiste en los ensayos a la italiana. Los actores, sentados cómodamente, recitan en común la obra repetidas veces. No hace falta que se dé la entonación completa, pero sí deben acostumbrarse a darse el pie con precisión. Y han de convencerse todos de que hasta que no se domine el texto, es inútil intentar ponerlo en pie.
Ensayo de caracterización
Aunque muchas veces movimiento, caracterización y ritmo son objetivos trabajados en todos los ensayos, es frecuente separarlos para insistir progresivamente en estas fases fundamentales.
Para la caracterización a veces hay que recurrir a ensayos particulares, incluso personales, en diálogo entre director y actor hasta la compenetración. Tras esta labor, hay que intentar el ensamblaje con todos para evitar que alguien sea sorprendido.
Ensayo de ritmo o pase de acciones
En los ensayos de ritmo se representa la obra de cabo a rabo sin interrupción. El director no interviene. Se sitúa en distintos lugares de la sala y anota las observaciones pertinentes sobre audición, visibilidad, interpretación y cuanto crea oportuno. Durante estos ensayos se prueban las caídas de telón, luces, efectos sonoros... Se debe intentar a toda costa mantener el ritmo para que éste cree hábito en los actores. Al final el director señalará a actores y tramoya las observaciones oportunas.
Ensayo de líneas
Se denominan así los últimos ensayos para corregir defectos y reforzar puntos débiles. Hay que eliminar toda inseguridad y limar asperezas.
Cuando la obra requiere vestuario de época, es conveniente un ensayo de vestuario. Aunque no se recite, se hacen los movimientos y se observa la incidencia de las luces sobre el vestuario y en el conjunto.
Ensayos generales
Se denominan también ensayo general con todo, y es mejor contar con dos que con uno. El ensayo este tiene carácter de representación pública. El director no interviene directamente ni corta. La máxima autoridad en el escenario es el Regidor que prevé y ordena salidas, caídas de telón, cambios de luces... El director está en la sala con su ayudante. Y entre bastidores no tiene que haber nadie que no pertenezca a la obra.
Tras el ensayo general con todo el director ha de jugar la baza de la sagacidad. Es preferible dejar sin corregir algunas nimiedades que sembrar la desconfianza en los actores. Introducir modificaciones en el último instante suele tener malos resultados. El público por otra parte, no capta ciertos pormenores, si no hay dudas en el actor.
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