Querido lector, te tengo que contar que yo no soy especialista de Teatro del Oprimido, pero por lo que humildemente conozco hay ciertos aspectos de dicho teatro que si se asemejan al teatro Brut, los múltiples acercamientos a Augusto Boal y a su proceder con el teatro, me han llevado a la conclusión de que todo lo que tiene que ver con la transformación social, con la aceptación del aquí y ahora, con el trabajo socio-teatral y socioeducativa que ambas corrientes teatrales aportan a la creación artística a la sociedad y su conjunto, el punto de vista humanista nos hace participe de un solo objetivo, el ser humano, es por ello que no puedo no nombrar en este libro, a este maravilloso y comprometido creador Augusto Boal.
El teatro Brut se nutre de múltiples creadores, y encuentra en el teatro del oprimido un gran oleoducto de significado, sobre todo en algo que se repite tanto en el teatro del oprimido como en el teatro Brut, colocar al actor como sujeto activo de la acción, y no como sujeto que es manejado por las ideas o conceptos de otros, tanto en uno como en otro, el respeto a los procesos creativos del que interviene son genuinos y respetuosos con la propia naturaleza humana, la imposición de emociones, de acciones, de criterios de actuación, de exigencia pasa siempre por el respeto a las capacidades del propio interprete, no queriendo nunca hacer del actor algo o comportamientos que nos son del mismo ejecutor de la acción.
En lo que se refiere al Teatro de los y las Oprimidas, e introduciendo aspectos que contextualicen su relación con el teatro convencional/institucional, cabe señalizar cuales son las principales diferencias destacadas entre ambos.
Por un lado, el teatro tradicional refiere a un tipo de teatro con un marcado carácter finalista, en el que lo que importa no es tanto el proceso sino el fin: la pieza teatral como obra de arte y/o bien de consumo (Vega, 2009).
De forma contraria, en el Teatro de los y las Oprimidas, se destaca el proceso y no tanto por el fin, por lo que su objetivo representación frente pues, tal y como expresa Forcadas (2012), el Teatro del Oprimido “actúa de catalizador y disparador de cambios sociales, abriendo nuevas posibilidades de transformación, más integrales y sostenibles. Al mismo tiempo, es multiplicador pues genera intercambio de conocimientos y nuevas formas de trabajar entre los grupos implicados”.
A continuación os muestro una pequeña resumen de lo que es el teatro del oprimido.
Es un conjunto de ejercicios, juegos y técnicas teatrales que sirven como instrumento eficaz en la comprensión y la búsqueda de alternativas para problemas sociales e interpersonales. Sus vertientes pedagógicas, sociales, culturales, políticas y terapéuticas proponen transformar al espectador (ser pasivo) en protagonista de la acción dramática (sujeto creador), estimulándolo a reflexionar sobre el pasado, transformar el presente e inventar un futuro , según
Augusto Boal, su creador, en pocas palabras nos dice:
“Estimular a no-actores” a expresar sus vivencias de situaciones cotidianas a través del teatro.”
El objetivo del Teatro del Oprimido es la reflexión, sobre el mundo que le rodea, explorando historias, en las que el espectador-alumno asiste y participa del acto. Los textos son construidos en equipo, a partir de hechos reales y problemas típicos de una comunidad, como la discriminación, el paro, los prejuicios, el trabajo, la violencia de género, la prostitución y otros.
Dentro del Teatro del Oprimido hay varias vertientes y técnicas:
- Juegos del Oprimido
- Teatro Periódico o Periodístico
- Teatro Foro
- Teatro Invisible
- Teatro Imagen
- Arcoíris del Deseo
- Teatro Legislativo
Augusto Boal Dramaturgo y director teatral brasileño, nacido en Río de Janeiro en 1931. desarrollo teorías dramáticas conocidas como Teatro del Oprimido y la defensa de negros, homosexuales y otros grupos sociales perseguidos o discriminados.
Las primeras manifestaciones del Teatro del Oprimido se produjeron en Brasil, a través de versiones teatrales de noticias periodísticas representadas ante campesinos y grupos de escasa formación cultural, que así podían tener acceso a estas informaciones.
En 1993 se presentó a las elecciones municipales de Río de Janeiro. Elegido concejal, eligió veinte consejeros entre los miembros de su compañía dramática, y basó la eficacia de su actuación política en sesiones de teatro-foro en las que detectaba las necesidades de la población.
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