Una obra puede montarse en la calle, en una plaza, en una sala de fiestas, en un restaurante, en un patio de vecindad, en una plaza de toros, o en el bosque bajo los árboles. En cualquier caso habrá que conseguir un lugar donde los actores puedan moverse libremente y otro, pegado a él, desde el que los espectadores puedan ver y oír sin dificultad.
Como consecuencia de estas variadas condiciones, en cada caso la puesta en escena adquirirá matices diversos.
Requisito indispensable es que cada ámbito escénico propicie que espectadores y actores tengan conciencia de estar viviendo, cada uno desde su posición y función, la representación conjuntamente. El teatro exige estos rasgos de directo y convivido. En esto se distingue del cine o de la televisión, donde no puede haber relación personal entre actores y público. El teatro es, pues, un espectáculo vivo y compartido.
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