El arte inclusivo son todas aquellas disciplinas artísticas que trabajan la inclusión en los lugares más recónditos del alma humana.

25/11/25

El texto como desafío, la genuinidad como triunfo por Manu Medina

1. El texto como desafío, la genuinidad como triunfo

El teatro es un arte de la presencia, la emoción y la verdad humana. Sin embargo, para el intérprete con discapacidad intelectual, existe un adversario invisible pero formidable que amenaza su expresión: el texto, en su forma escrita y literal.

El texto se erige como el primer gran desafío. Dentro de la práctica teatral, la exigencia de memorizar y reproducir palabras exactas constituye una barrera cognitiva sustancial que inevitablemente desvía la atención del arte intrínseco de la interpretación. La dificultad mayor que enfrentan estos artistas radica precisamente en la necesidad de aprenderse texto o esquemas rígidos que demandan una codificación abstracta de la información. Esta dependencia estricta de la sintaxis y la secuenciación verbal obstaculiza el flujo espontáneo de la acción, imponiendo un freno intelectual donde debería primar la respuesta instintiva y la conexión inmediata con el momento escénico. La letra, al ser un símbolo fijo, contrasta con la naturaleza fluida y adaptable de su propia fuerza interpretativa.

La dependencia del texto no solo impone una dificultad de memorización; ataca directamente la respuesta instintiva, que es la fuente de la verdad escénica. Para el actor, la escena demanda una reacción orgánica e inmediata ante el estímulo del compañero. Sin embargo, cuando el intérprete está condicionado a la estricta fidelidad del libreto, ese impulso vital se ve interrumpido por un bloqueo cognitivo.

El proceso se desvía en una secuencia paralizante: el actor recibe la acción del compañero, pero en lugar de responder con la emoción sentida (reacción), su mente se activa en modo de recuperación de archivo (búsqueda). Debe detener el flujo emocional para preguntar: ¿Cuál es la frase exacta que sigue a esta palabra? Esta pausa mental, este esfuerzo de la recolección mecánica, crea una disociación entre el cuerpo que está en escena y la mente que está consultando el guion interno.

Esta disociación es lo que realmente amenaza la genuinidad. La palabra, que debería emerger como la consecuencia natural del estado emocional (el lenguaje del personaje), se impone como un requisito previo (el deber del actor). La actuación se convierte en una ejecución de órdenes verbales y pierde su cualidad de ser una vivencia compartida. El intérprete se retira del presente escénico, y en ese vacío, la magia de la actuación se desvanece, dejando al artista expuesto y vulnerable en lugar de ser un dueño activo del momento.

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