El arte inclusivo son todas aquellas disciplinas artísticas que trabajan la inclusión en los lugares más recónditos del alma humana.

17/11/25

De los 9 años a los 50.

A los 9: Ojos cándidos, aún expuestos a creer a cualquier postor. Un deseo primario de caricias, de roces de piel, de calor que envuelva. Ansia por el olor a madre, el olor a amigos, el olor a hermanos, el olor de otros. Deseos profundos de pertenecer, de ser parte de una tribu. "Quiero ser recogido por el viento," susurro; "Busco que la lluvia me abrigue."

Todo faltaba, porque nada tenía, desatado de ataduras, como en el espacio vacío, a ningún lugar vas, porque de ningún lugar vienes.

¿Desamparado? ¿Con miedo? El tiempo dependía de las flores y las plantas, de la presencia de hermanos y amigos. "Quiero que me ayudes, quiero que me sostengas, quiero calor," era mi ruego, eran palabras sordas, no había voz.

O me quieres o no me quieres, no era el castigo. O te acompaño o no te acompaño era el azote de los días, de las noches.

Pero siempre, siempre, siempre jugando. Tal vez, y solo tal vez, te digo que el juego me salvó.

A los 50: Hoy, a los cincuenta, somos uno, somos dos, SOMOS. Los deseos profundos son de serenidad, de sosiego. Me acaricio, me busco; a veces no me encuentro, otras estoy cerca, a veces me siento entero. Contigo –o, mejor dicho, conmigo–, me confío plenamente, me dejo llevar por mi instinto, me permito ser acariciado incluso por los que antes consideraba "falsos errores".

Ya no me creo la mentira de que estoy solo. Ya no discuto porque me quieras, porque ahora entiendo que ser diferente es, precisamente, no ser igual a otro. Solo quiero no ser yo, en el sentido más estricto del ego, para ser cada vez más genuino, más auténtico, más vacío de mentiras, de constructo, más vacío de todos, y más lleno de mí. Un yo cambiante, un yo desconocido y libre, un yo cerca de la sonrisa, de la aceptación, del “no pasa nada”, todo es mentira, y ¡cuidado!, que tus pensamientos no son tuyos, que tus ideas no son creaciones propias, que las conjeturas, los “…yo creo”, los “a mí me parece”, son quimeras aprendidas, deducciones maliciosas.

A los 9: Tienes canas.

A los 50:    Tú tienes limpia la cara.

A los 9:    ¿Siempre sonríes?

A los 50:     Tienes los dientes apretados, llenos de rabia.

A los 9:        No soy yo, es el abandono.

A los 50: ¡Qué mano más hermosa!

A los 9:     ¿Estás enamorado?

A los 50: Sí.

A los 9:     ¿De quién?

A los 50:    Algunas veces de ti.

Algunas veces de cuando camino.

Otras veces de cuando respiro.

Pero otras… hasta del llanto.

A los 9:    Quiero saber jugar como tú.

A los 50:    Ya lo sabes.

A los 9: Quiero acariciarte por dentro.

A los 50:    A veces no me lo creo, pero hay momentos en los que tú ya estás dentro.

A los 9:    ¿Eres feliz?

A los 50:    No sé, pero tampoco importa.

A los 9:     ¿Estás contento?

A los 50:    No sé, pero tampoco importa.

A los 9:    ¿Tienes todo lo que necesitas?, ¿necesitas todo lo que tienes?

A los 50:    Si, no.

A los 9:    ¿Qué buscas?

A los 50:    Serenidad

A los 9:    ¿Qué buscas?

A los 50:     Mirada limpia

A los 9:    ¿Qué buscas?

A los 50:     Vacío

A los 9:    ¿Qué buscas?

A los 50:     A ti

A los 9:    ¿Y qué has encontrado?

A los 50:     Aceptación.

A los 9:     ¿Qué buscas?

A los 50:     Ahora a ti, mañana olvidarme de ti para ser tú, pero con 50 años.

A los 9:     ¿Qué amas?

A los 50:     Todo lo que mi salud me lo permite.

A los 9:     ¿Estás enfermo?

A los 50:    A veces sí.

A los 9:     ¿Quieres que viajemos juntos?

A los 50:     SIEMPRE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario