El arte inclusivo son todas aquellas disciplinas artísticas que trabajan la inclusión en los lugares más recónditos del alma humana.

17/7/25

El Ego Imita, La Duda Crea, por Manu Medina.

Un recuerdo entrañable
El Ego Imita, La Duda Crea

El aforismo "El ego imita, la duda crea" encapsula una profunda verdad sobre los mecanismos de la creatividad, especialmente en el exigente y a menudo incierto mundo del arte. Esta frase, aparentemente sencilla, desvela una tensión fundamental entre la necesidad de seguridad y validación (propia del ego) y la intrínseca incertidumbre y apertura que requiere la innovación genuina.

El Ego Imita

El ego, esa instancia de la psique que media entre nuestras pulsiones internas y la realidad externa (Freud, 1923), en su afán primordial de protección y autopreservación, se convierte en un arquitecto de la conformidad en el ámbito creativo. Impulsado por una búsqueda incesante de "estatus", "reconocimiento" y "seguridad" en un mundo incierto, el ego tiende a aferrarse con tenacidad a lo conocido, a lo probado y, sobre todo, a aquello que ya ha sido validado y aplaudido por el colectivo. Su principal motor no es la innovación intrínseca, sino el deseo de ser aceptado, admirado y, por ende, evitar a toda costa el "fracaso" o el "error" que podrían amenazar su frágil "identidad construida" (Rogers, 1951; Holiday, 2016). Esta pulsión hacia la seguridad y la validación preexistente lo conduce inexorablemente a la imitación.

La imitación, bajo la égida del ego, se manifiesta en diversas facetas dentro del proceso artístico:

La búsqueda de modelos seguros y la replicación de fórmulas de éxito: El ego, en su pragmatismo egocéntrico, prefiere replicar fórmulas que han demostrado su eficacia en el mercado o en el canon establecido. En el ámbito artístico, esta tendencia se traduce en la inclinación a copiar estilos de artistas ya consagrados, aquellos que han alcanzado la fama o el prestigio. Se observa en la adopción acrítica de las tendencias de moda del momento, la repetición de esquemas narrativos o interpretativos que han funcionado en el pasado, o la elección deliberada de roles o proyectos que garantizan el aplauso fácil y la aceptación masiva, aunque carezcan de desafío o profundidad. La imitación, en este sentido, ofrece una ruta aparentemente segura hacia el reconocimiento, minimizando el riesgo inherente a la originalidad, a la incertidumbre del "no estar a la altura" o a la temida irrelevancia de "no ser visto". Es una estrategia de evitación de la "adversidad" y del "fracaso" que, paradójicamente, limita el verdadero crecimiento.

1- La aversión al riesgo y a la vulnerabilidad intrínseca de la creación: Crear de verdad implica adentrarse en lo desconocido, habitar la periferia de lo confortable, ser radicalmente vulnerable y exponerse sin reservas al juicio externo y, a veces, al propio juicio severo. El ego, con su profunda "aversión al riesgo" y su necesidad de control, busca el camino más llano y predecible. Prefiere la certeza de lo imitado, que ya tiene un precedente de aceptación, a la angustia y la zozobra de la invención original. Imitar resulta significativamente menos aterrador que innovar, precisamente porque ya existe un modelo que ha demostrado ser "bueno" o "aceptable", validando la "identidad construida" del artista. Esta resistencia a la "incertidumbre" frena la "curiosidad inagotable" y la "búsqueda constante" que son vitales para la eclosión de nuevas ideas.

2- La desconexión del "yo genuino" y la superficialidad del resultado: Cuando el ego asume el control predominante, el artista puede desconectarse progresivamente de su "yo genuino" (Rogers, 1951), de su "propósito interno" más profundo y de su auténtica "verdad emocional". La imitación, en este sentido, es un reflejo sintomático de esa desconexión: el acto creativo no nace de una pulsión auténtica y personal, de una "necesidad de contar" arraigada, sino de una necesidad externa de pertenecer, de ser validado o de cumplir expectativas ajenas. El resultado de esta imitación puede ser, a nivel superficial, técnicamente impecable, pulcro en su ejecución, pero paradójicamente, carente de alma, de originalidad y de esa "verdad" intrínseca que es capaz de "perturbar al cómodo y consolidar al perturbado". La obra se convierte en un eco, no en una voz propia, perdiendo su capacidad de trascendencia y de "conexión humana" profunda.

La imitación nacida del ego en el arte es un refugio ilusorio de seguridad que, si bien puede ofrecer un reconocimiento, al mismo tiempo condena al artista a una perpetua "adaptación hedónica" y le impide el acceso a la profunda satisfacción que emana de la creación auténticamente original y vulnerable. Por ello y en resumen, el ego busca:

  • Modelos seguros.
  • Aversión al riesgo y a la vulnerabilidad.
  • Falta de "yo genuino".

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