REDES

11/6/25

Lolita Pluma, reina del parque Santa Catalina, por Manu Medina.

¡No somos ocho continentes ¡

Las Islas Canarias, a menudo, se sienten como ocho continentes; separadas unas de otras, parece que, en vez de agua, se erigen murallas inquebrantables, desconectadas las unas de las otras en el devenir diario. Son ocho continentes en forma de islas, pero una sola realidad, una sola cultura, una única manera de observar el mundo, de vivir, de pensar: formas pausadas, serenas, tranquilas. Casi como un acuerdo tácito, el carácter de las ocho parece uno solo.

Compartimos cultura, una historia con los mismos ancestros, con el mismo aire. Más allá de las diferencias, tanto hombres como mujeres canarios forjamos un fuerte arraigo y orgullo por nuestra tierra, nuestras costumbres y nuestra orografía, magnificada por barrancos, lomas y valles, con nacientes de agua escondidos en las abruptas hendiduras de la tierra. Un océano Atlántico capaz de crear suaves arenas blancas o de urdir la lava hasta convertirla en charcos de cristales y luna nueva, y que tiene como amigos a los vientos alisios, que disipan el verano y el invierno para convertirlos en eterna primavera.

Somos personas de carácter afable, tolerante, tranquilas y abiertas. La historia de las islas, como punto de encuentro de culturas, ha fomentado una actitud receptiva hacia gentes de fuera; somos madres e hijos del mundo: acogemos, atendemos y cobijamos, sin importar color, raza o razón.

Creamos familias y lazos comunitarios, que son pilares fundamentales para nuestra sociedad. A lo largo de la historia, los canarios hemos demostrado una gran capacidad para adaptarnos a las adversidades, ya sea por las condiciones geográficas, las migraciones o los desafíos económicos. Esta resiliencia se percibe en la capacidad de "aguante" y en la flexibilidad para afrontar los cambios.

Tenemos una inclinación general hacia la sencillez en las relaciones humanas, el disfrute de la vida y de los pequeños placeres. A pesar de una apariencia sosegada, los canarios somos trabajadores; nuestras plantaciones se configuran entre ladera y ladera, pues a golpe de piedras hemos dado forma a cumbres y llanos.

Apreciamos una vida tranquila y serena, la contemplación de la belleza, y nuestras aficiones se desatan entre olas y paseos por caminos entre tabaibas y flores. Pero, al mismo tiempo, repartidos por el mundo, plantamos bandera de nuestro buen hacer, somos "terratenientes" en continentes nuevos, creando singularidad, reconocimiento y prestigio.

Compartimos un dialecto distintivo, con giros, vocabulario y un acento particular que nos identifica. Expresiones y refranes locales forman parte de nuestro día a día.

Compartimos todos una profunda conexión con la tierra, con el mar, una identidad cultural forjada por la historia y un carácter abierto y resiliente que nos define como pueblo.

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