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9/6/25

7ª Confesiones NARCISISTAS de un director de teatro, por Manu Medina

Con ACTU ASOCIACIÓN DE TEATRO UNIFICADO
...He navegado por espectáculos donde, a pesar del brillo y el aplauso, la implicación personal estaba muy lejos de ser la de un creador. Eran momentos en los que la acción se visibilizaba mecánica, la entrega, y el acto de producir, engendrar, hacer nacer otra realidad sobre el escenario parecía ausente. En esos instantes, lo más importante del arte se diluía en la mera ejecución, en el cumplimiento de una tarea. Era un teatro que quizás buscaba complacer mas a mi bolsillo que otra cosa, si bien tiene su valor, no invitaba a la profunda pasión que hizo que yo decidiera esta profesión. En esos escenarios, mi "armadura" de teatrero pedante se sentía cómoda, lejos de la vulnerabilidad que la verdadera creación exige.

Pero, afortunadamente, también he tenido el privilegio de trabajar en espectáculos donde la implicación iba más allá de mi mismo. Allí, el acto de crear se convertía en una experiencia trascendente. En estos proyectos, no solo me dedicaba a la técnica o a la interpretación, sino que me sumergía en la confianza en el vasto mundo de la intuición, más que en la dictadura de la cognición. Estos eran los espacios donde expresaba sin restricciones, donde la pasión fluía, y donde el músculo de la creatividad se ejercitaba plenamente. En estas experiencias, la "aceptación del conflicto era no solo posible, sino deseable, porque la colisión de ideas nos llevaba a soluciones más ricas, a una verdad que se hace más verdadera en el escenario.

He de decir que incluso en los momentos en los que las musas no aparecían, era tanto el aval del trabajo que este respaldaba la acción, que todo parecía real, ya que por lo menos la obra entera estaba ocurriendo en el aquí y ahora de cada momento.

Como teatrero, he transitado por lo bueno y lo malo del arte. Y esta travesía me ha enseñado que el verdadero creador no se define por un título o por el reconocimiento externo, sino por la profundidad de su compromiso con uno mismo. Esta capacidad de romperse para luego reconstruirse de deshacer malos hábitos para ir más ligero, con menos culpas y de permitir que la introspección para habitar mis propias capacidades.

La "capacidad de crear es innata a la vida, un don universal que todos poseemos. La diferencia entre quien se siente "creador" y quien no, reside en el ejercicio de ese músculo. En el teatro, esa distinción se hace palpable: un artista es aquel que se atreve a despojarse de sus máscaras, a enfrentarse a las dinámicas de su libertad, de su potencial creativo más allá de sí mismo, porque sabe que el arte es, en su esencia, una forma más completa de expresión humana y un acto de vulnerabilidad consciente. Es en esa entrega total, en ese ir más allá de la individualidad, donde el arte encuentra su verdadero poder transformador.

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